¿El cuerpo de Jesús era material?

Etiquetas

, , , , , , ,

Capítulo del libro: ‘¿Qué os parece Cristo?’ de Huberto Rohden

Era tanto material como astral – si por astral entendemos un estado de pura energía.

La ciencia de hoy no admite más la diferencia esencial entre material y astral. La ciencia es, hoy en día, altamente monista o unitaria: los 92 elementos de la química de los que están formadas todas las cosas son fundamentalmente luz, luz cósmica invisible. La luz es la más alta vibración del mundo conocido. Cuando la luz cósmica disminuye de vibración aparece la luz visible de las estrellas y los soles. Cuando la luz continúa disminuyendo de vibración aparece la energía (astral). Y cuando la energía continúa haciéndose más pasiva (congelándose), aparece la materia perceptible.

Según la ciencia de hoy, la luz cósmica es la más alta forma de la sustancia mundial, y la materia es el estado más bajo.

Cuanto mayor es la vibración tanto más real es una cosa – y cuanto menor la vibración tanto menos real.

Cuerpo de JesúsLa sustancia menos real que la ciencia conoce es la materia, la sustancia más real es la luz.

Lo que es poco real es visible, audible, tangible – lo que es muy real es imperceptible.

Un espíritu de alta potencia como el de Cristo tiene el poder de modificar la vibración conforme las conveniencias. Cuando Cristo encarnó en la persona de Jesús se revistió de un cuerpo material con el propósito de ser visto, oído, tocado por los hombres.

De vez en cuando eximía su cuerpo de las leyes de la visibilidad y de la gravedad; andaba sobre las aguas y fluctuaba en el aire eximido de la gravedad; se hacía invisible cuando lo juzgaba conveniente.

Jesús camina sobre las aguasEse estado sin gravedad y visibilidad puede ser llamado cuerpo astral, energético o bioplásmico.

La diferencia entre luz, energía, materia no es de esencia sino de grado.

Después de la resurrección Jesús desmaterializaba su cuerpo haciéndolo impasible e invisible. Solo de vez en cuando lo hacía visible para que pudiera ser visto, oído y tocado por sus discípulos.

En la ascensión Jesús hizo su cuerpo permanentemente invisible, totalmente lucificado. El día de Pentecostés Jesús cristificado se reveló a los 120 discípulos del cenáculo a través de fenómenos perceptibles de luz; ese estado es llamado por algunos, carismático o espíritu santo. La palabra griega charis y charisma quiere decir gracia, belleza, fuerza, e indica una maravillosa síntesis de materia y luz como armonía entre lo visible y lo invisible.

En esta forma carismática apareció Jesús en la gloriosa mañana del Domingo de Pentecostés, diez días después de su ascensión, probablemente en el día 30 de mayo del año 33.

En este estado carismático hizo él eclosionar el Yo divino de los 120 discípulos, después de una larga incubación de tres años y una intensa introspección de nueve días de silencio y meditación. Esa metamorfosis de los 120 era un estado permanente de conciencia y de vivencia del Cristo interno.

Esta comunión del Cristo carismático, preludiada simbólicamente por el Jesús eucarístico en la Última Cena, fue la verdadera Navidad de Cristo y el inicio del cristianismo auténtico, la alborada del reino de Dios en la Tierra.

La cristiandad celebra hace dos milenios la Navidad de Jesús en Belén y la eucaristía de Jesús en Jerusalén – pero no comprendió todavía la navidad de Cristo y la comunión de Cristo carismático ocurridos el domingo de Pentecostés, cuando llenó de verdad y de gracia sus verdaderos mensajeros. Algún día tal vez de aquí a unos milenios, la nueva humanidad centralizará su liturgia y sus festejos en torno de la Navidad y de la comunión del Cristo carismático.

Y habrá un nuevo cielo y una nueva tierra.

.

__________________________________________________________________

.

Cuerpo inerte de Jesús

__________________________________________________________________

Ornamentación

.

Disolución, supervivencia, inmortalidad

Etiquetas

, , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Capítulo del libro: ‘La Gran Liberación’ de Huberto Rohden

Estos tres fenómenos del cuerpo de los seres vivos dependen de la menor o mayor intensidad de la conciencia de cada uno de ellos.

Intensidad de conciencia significa unidad, cohesión, estabilidad, y por eso, indisolubilidad del ser vivo.

Así como un pedazo de carbón de piedra se deshace fácilmente por tener poca densidad pero después de altamente condensado en forma de diamante es casi indestructible, de modo semejante el cuerpo de los seres inferiores tiene poca estabilidad, poca unidad, porque su conciencia vital es pequeña. Unidad es garantía de estabilidad; falta de unidad es falta de estabilidad.

Cuando el vehículo material, o sea, el cuerpo físico, del vegetal o del animal se disuelve por la muerte su individualidad vital, su unidad de conciencia vegetal o animal, se des-individualiza y retorna al océano de la Vida Universal de la cual había emergido como una ola en el momento de su individualización. Dijimos “retorna” aunque este término no sea exacto porque el individuo vegetal o animal nunca se separó, de hecho, de la Vida Universal; de ella era distinto apenas en la forma existencial que adoptó temporalmente. Ningún ser individual está separado de la Vida Universal. La Vida Universal, transciende afuera de él y está inmanente dentro de cada una de sus formas existenciales. Un individuo es vivo precisa y únicamente por ser partícipe de la Vida Universal que lo permea, penetra y vitaliza.

Disolución, sobrevivencia, inmortalidad 2

Cuando el vehículo material de la vida vegetal o animal pierde su idoneidad ‘vehiculante’, la Vida Universal deja de servirse de él como vehículo; los elementos básicos del vehículo – hierro, calcio, fosfato, nitrógeno, etc. – vuelven a la tierra y al aire, pero la unidad vital deja de existir como tal; la ola de la vida individual recae al seno del océano de la Vida Universal. El individuo vivo dejó de existir reabsorbido por la Vida Universal que siempre es y nunca dejará de ser.

*  *  *

Con el advenimiento del primer (adi) ego (aham) o Adiaham, o Adán, sobre la faz del planeta apareció algo inédito y enteramente nuevo en la tierra: un ser alcanzó las alturas de la conciencia personal, se volvió un ego; la intensidad vibratoria de su conciencia llegó al punto de crear un alto grado de unidad y, con esto, un elevado grado de cohesión y estabilidad.

La figura abajo ilustra la marcha de los acontecimientos a través de millones de años.

VIDA UNIVERSAL

La Vida Universal representada en el dibujo por el símbolo (∞) (Infinito), irradia vitalidad que se comunica y condensa en el Universo simbolizado en el gráfico por una lente. Atravesando esa lente del cosmos, la vida asume una dirección convergente siendo su intensidad y unidad de grado mínimo en la zona mineral, mayor en la vegetal y animal, y aún mayor en la zona intelectual del ego humano. Ese ego personal, primera etapa de la evolución típicamente humana, es representado por un círculo (ego) en torno del centro que representa al verdadero Yo del hombre.

Ese epicentro del ego mental representa un alto grado de intensidad o condensación de conciencia pero no alcanza aún la perfecta unidad central.

Debido a su elevado grado de intensidad consciente, ese ego mental del hombre crea un vehículo astral, o sea, un cuerpo inmaterial capaz de sobrevivir independientemente del cuerpo material. Según Einstein la materia es energía congelada (frozen energy) así como la energía es materia descongelada. La intensidad de conciencia es tanto mayor cuanto más distante esté de la pasividad o congelamiento de la materia; es intensidad de vibración. Si le damos a la materia 1 grado de vibración tendremos que darle a la energía tal vez unos 10 grados. Esa vibración energética es la que llamamos “cuerpo astral”.

Ese cuerpo astral o energético del ego humano sobrevive a la destrucción del cuerpo material, porque la vibración superior no es afectada por la vibración inferior. Y ese cuerpo astral sobreviviente sirve de vehículo al individuo humano en su existencia post-mortem. Este hecho de la sobrevivencia del hombre en cuerpo astral es conocido desde el principio de la humanidad. La Biblia está repleta de hechos de esa naturaleza.

Pero ese cuerpo astral sobreviviente a la destrucción del cuerpo material no es por sí mismo inmortal; puede sobrevivir siglos y hasta milenios, en consonancia con su mayor o menor intensidad unitaria, pero al fin él también se disuelve y, si el individuo no ha creado otro cuerpo, indestructible, recaerá en el vasto océano de la Vida Universal dejando de existir como individuo particular.

Es enorme la confusión que corre en medio de nuestra literatura espiritualista en lo tocante a los términos de “sobrevivencia” e “inmortalidad”, que muchos consideran como idénticos. Mis amigos del mundo astral que a veces me visitan en cuerpo tangible son los primeros a desmentir esa identidad; perdieron su cuerpo material por la muerte física y afirman que algún día perderán también su cuerpo astral por una nueva muerte; uno de ellos afirma que aún va a morir “muchas veces”, confirmando así lo que yo ya sabía por otras fuentes. Sobrevivencia en cuerpo astral no es garantía de inmortalidad.

Esa sobrevivencia en cuerpo astral después de la muerte corporal no es una conquista del hombre individual pero hace parte de la naturaleza humana, es patrimonio universal de la humanidad. Es posible que milenios atrás, cuando el ego humano no poseía aún suficiente intensidad consciente, esa sobrevivencia no fuese un fenómeno universal; hoy en día, sin embargo, el cuerpo astral es transmitido de padres a hijo; es transmisible biogenéticamente, prueba de que su existencia ya remonta a antiquísimos períodos del pasado. Las propiedades recién adquiridas por los progenitores no son transmisibles a los hijos; la transmisión o transmisibilidad supone la identificación de esas propiedades con los cromosomas y genes – y eso es lo que acontece con el cuerpo astral, que es heredado por todo ser humano en virtud de la propia concepción paterno-materna.

*  *  *

Lo mismo, sin embargo, no acontece con el cuerpo-luz, que es el vehículo del Yo espiritual del hombre. Este vehículo supremo se encuentra todavía en un estado tan primitivo en la mayor parte de los individuos humanos de la actualidad que no afecta debidamente a los elementos de la reproducción. Ese cuerpo-luz tiene que ser adquirido y desarrollado, uno por uno, por el individuo humano. Quien forma en sí ese vehículo de luz cósmica “renace por el espíritu”, “entra en el reino de Dios”, “adquiere la vida eterna”. Así como el ego mental del hombre necesita del vehículo del cuerpo astral para sobrevivirle temporalmente a la muerte material, de forma análoga el Yo espiritual del hombre necesita de un vehículo idóneo para garantizar su indestructible sobrevivencia a la destrucción de todos los vehículos anteriores.

Disolución, sobrevivencia, inmortalidad 3

El único vehículo indestructible conocido hasta hoy por la ciencia electrónica y nuclear es la luz en su estado más intenso, o sea, la Luz Cósmica invisible. Todos los 92 elementos de la química y sus derivados son, según Einstein, reducibles a la Luz, son “lucificables” porque son “lucigénitos”. La luz sin embargo, no es reducible a un elemento superior; ella es la última frontera del mundo físico. Por esto, la creación de un cuerpo-luz es la creación de un vehículo indestructible para la perpetuación del Yo espiritual del hombre, su divino YO SOY. Una vez creado ese cuerpo-luz – la “luz del mundo” – esa ola individual del Yo humano no se disuelve más ni recae al seno del océano de la Vida Universal, porque adquirió el más alto grado de autonomía unitaria o de individualidad. Su individualidad es su indivisibilidad. El perfecto individuo es indiviso e indivisible porque posee el más alto grado de unidad intrínseca – “Yo y el Padre somos uno”.

La inmortalidad del individuo depende pues, esencialmente, de la creación de un vehículo idóneo para su individualidad. Donde no hay vehículo (cuerpo) idóneo no hay perpetuación de la vida individual; y donde no hay intensa vida individual no hay inmortalidad del individuo.

Auguste Comte trató de consolar a sus lectores con la débil esperanza de una “inmortalidad social”; el hombre notable sobreviviría en sus obras.

Otros se agarran a la tabla de salvación de sus hijos y descendientes como perpetuadores de la vida y vivencia de sus padres.

Ciertos filósofos del Oriente se deleitan en la eutanasia del nirvana, augurando para sí y para sus discípulos una vida eterna en Brahman, una total identificación de la vida individual con la Vida Universal.

Esas formas de inmortalidad son demasiado precarias e insatisfactorias. Prácticamente no consuelan a ningún hombre sediento de vida eterna. Qué me interesa saber que sobreviviré en mis obras, en mis hijos, o en Brahman? De hecho no soy yo el que sobrevivo; algo sobrevive en mi lugar. Pero lo que quiero y lo que anhelo, en las últimas profundidades de mi ser humano, es sobrevivir eternamente yo mismo, en mi autentica e inconfundible individualidad. Si el hombre es su individuo, entonces él es indiviso e indivisible. Indiviso e indivisible en sí, e indiviso e indivisible también en el gran Todo. Pero esa indivisibilidad, inmanente-trascendente es precisamente el más alto grado de la unidad consciente, ese consciente unitario, ese indiviso e indivisible YO SOY, es la suprema garantía de la inmortalidad. El Yo no se separa del Todo, ni se identifica con el Todo, sino que se integra en el Todo.

Ontológica y objetivamente considerada la inmortalidad del Yo humano es un hechológica y subjetivamente, sin embargo, es un problema, el mayor problema de la vida humana a través de las “muchas moradas que hay en la casa del Padre Celestial”. El hecho objetivo de la inmortalidad no resuelve el problema subjetivo de la misma. En cada hombre existe un germen de inmortalidad, o sea, la potencialidad de inmortalizarse – pero de esa potencialidad a la actualidad media un paso inmenso. Ni el nacimiento, ni la vida, ni la muerte resuelven ese problema porque son tres cosas que nos acontecieron o acontecerán apenas por fuera, por el favor o no de circunstancias externas. Solo una nueva vivencia, o experiencia espiritual, es la que resuelve el problema de la inmortalidad actualizada. Y una vez que se ha realizado esa vivencia, cesan los nacimientos y las muertes y solo resta la vida, la vida eterna. Mientras que tengamos que nacer y morir, no poseemos todavía la plenitud del vivir. Solamente un cuerpo-luz, indestructible, nos eximirá de nacimientos y muertes y nos garantizará vida eterna.

Hay quien rechace la idea de una “muerte eterna”, de una disolución de la individualidad humana por culpa propia; sin embargo, los mayores maestros espirituales de la humanidad unánimemente enseñan que puede haber “muerte eterna”, tanto cuanto “vida eterna”, ambas dependiendo de la libertad del hombre. Si todos los hombres adquirieran en última instancia la vida eterna, y si fuese apenas una cuestión de mayor o menor espacio de tiempo, ¿para qué empeñar tantos esfuerzos por alcanzar la vida eterna? Tarde o temprano todos llegarían al puerto seguro de la “salvación”.

No obstante todos los maestros espirituales de la humanidad, sobre todo Cristo, establecen y mantienen la disyunción nítida entre “vida eterna” y “muerte eterna”. Y esto se encuentra en perfecta armonía con las leyes cósmicas y con la lógica imparcial.

El hombre puede realizar tanto esta como aquella alternativa aunque su período evolutivo no esté restricto, como piensan ciertos teólogos miopes y unilaterales, a los pocos decenios de la vida terrestre. La evolución del hombre abarca aiones (eons, eternidades). Solo después de ese vasto ciclo evolutivo es que vendrá su “juicio final”, o sea, la crisis o decisión definitiva que llevará al hombre o para la “derecha” de la vida eterna, o para la “izquierda” de la muerte eterna.

Hay quien afirme que si la muerte eterna es la identificación del hombre con el Nada, también la vida eterna debe ser su identificación con el Todo, la total dilución de su Yo individual en el Todo Universal, el aniquilamiento en el Nirvana Absoluto. Pero no es lógico. El positivo puede realizar algo que el negativo no realiza. La Vida Eterna Universal es la Esencia, lo Real – la vida eterna individual es la Existencia, lo Realizado. La muerte eterna no es ni Esencia ni Existencia, no es lo Real ni lo Realizado – sino el purísimo Nada, la no-Esencia y la no-Existencia, lo Irreal Absoluto.

El individuo que no se integra en lo Real deja de ser un Realizado porque este solo es Algo mientras esté unido al Todo; después de desunido, separado, de lo Real, lo Realizado cae en el abismo de lo Irreal, del Nada, de la total desintegración, de la muerte eterna.

Por otro lado si el individuo, con la integración en lo Universal, dejase de existir individualmente con la conciencia del Yo prácticamente sucumbiría a la muerte eterna porque no continuaría existiendo individualmente, sino que continuaría lo Universal (Divinidad, Brahman) a ser lo que siempre fue. La inmortalidad no sería del individuo humano sino de la Universalidad divina. Continuaría siendo la Vida Universal, pero dejaría de existir la vida individual. Y, en este caso, tanto el suicidio de la separación cometido por el pecado, como la eutanasia de la identificación practicada por el amor serian “muerte eterna”, porque ambos destruirían al individuo humano – y ¿para qué entonces esa enorme y constante diferenciación entre “vida eterna” y “muerte eterna”? Lo que interesa al individuo humano no es la Vida Eterna y Universal de la Divinidad, de Brahman – sino la vida eterna e individual del hombre.

Todos los maestros de la humanidad que realizaron en sí la vida eterna saben que ella es un eterno vivir integrado en la Vida Infinita, pero no es la identificación de la vida finita con la Vida Infinita.

Conviene a los ignorantes aceptar la sapiencia de los sabios!…

.

__________________________________________________________________

.

Disolución, sobrevivencia, inmortalidad

__________________________________________________________________

Ornamentación

.

No temáis a aquellos que matan el cuerpo!

Etiquetas

, , , , , , , , , , , ,

Capítulo del libro: ‘Filosofía cósmica del Evangelio’ de Huberto Rohden

Una idea casi general respecto a la muerte física es que por ella el hombre entre en un mundo totalmente diferente del que conoció hasta entonces.

Sin embargo la verdad no es esa. La separación de los sentidos orgánicos que ponían el alma en contacto directo con el mundo circunyacente de la materia y sus fuerzas, no representa para el hombre un cambio radical porque el contenido de sus experiencias terrenas continúa subsistiendo intacto. Las experiencias vividas en 20, 50, 80 años de vida terrena, son independientes de los objetos que las condicionaron – tanto más que esas experiencias no vinieron de los objetos sino de la propia alma, deflagradas por los objetos. El mundo material no es causa interna sino apenas condición externa de nuestras experiencias y esa condición puede ser sustituida por otro ambiente no menos favorable que el actual. Así como la luz solar que ilumina una sala no viene de la ventana sino del sol a través de la ventana, de forma semejante las experiencias que el hombre asimila durante la vida terrestre, no brotan de los objetos alrededor sino que nacen de las íntimas profundidades del alma.

Sin embargo, aunque la fuente de nuestras experiencias, el alma, continúe subsistiendo inalterable, aun así es cierto que la falta de los habituales vehículos conductores, los sentidos y los nervios, le causará al alma desencarnada una especie de desorientación inicial. De súbito se ve el alma privada de sus instrumentos familiares de tantos decenios. ¿Cómo funcionar ahora? ¿De qué modo adquirir conocimientos? ¿Cómo establecer contacto entre sí y el ambiente, tan alterado?

En breve responderemos a esos interrogantes.

*   *   *

Otra idea errónea respecto a la muerte es que la separación entre cuerpo y alma sea acompañada de grandes sufrimientos. La separación es casi siempre un proceso sin dolor, una suave letargia, una tranquila y progresiva somnolencia, un imperceptible deslizar hacia una región de penumbra de creciente inconsciencia.

Lo que hace de la muerte una “agonía”, esto es, una “lucha” no es la muerte en sí misma, sino ese cúmulo de errores y supersticiones que en torno de ella se han acumulado en el transcurrir de siglos y milenios. El apego excesivo a bienes o personas de la tierra y, sobre todo, el cortejo siniestro de horrores que ciertas religiones crearon en torno del proceso natural de la transición de esta para otra zona de la existencia, el juicio de Dios, las penas del infierno o del purgatorio – todo esto convirtió un evento natural en sinónimo de angustias e incertezas.

Para el hombre que iluminado por la luz de la verdad y del amor traspasó esas fantasías y vivió una vida dignamente humana, la despedida de la vida terrestre no es más horrible que la entrada en la misma por el nacimiento. Nacer es también una especie de muerte: la separación del niño del útero materno al cual estaba sólidamente apegado por el cordón umbilical durante nueve meses y sin el cual no podía vivir, es también un proceso de “morir” tanto como la separación del hombre adulto del seno materno de la naturaleza terrena a la cual lo prenden numerosos “cordones umbilicales”, mucho más resistentes que aquel del bebé que nace.

Lo mejor que el hombre puede y debe hacer es desprenderse paulatinamente, él mismo, durante la vida, de esos vínculos terrenos; tener afección sin apego; no hacer derivar sus mejores fluidos vitales de esos “cordones” materiales de la codicia, del egoísmo, de la lujuria; habituarse a morir espontáneamente antes de que la muerte se lo imponga obligatoriamente.

Quien no muere espontáneamente antes de serlo obligatoriamente, no puede vivir gloriosamente.

*   *   *

¿Qué ocurre entonces cuando alguien se muere?

Cuando un huevito de mariposa “se muere” de ese estado primitivo, no se muere hacia dentro de la muerte sino que “muere” para dentro de una vida más abundante y bella; o sea que su muerte es de hecho un nacimiento o una resurrección. Toda vida mayor supone la muerte de una vida menor. Muere el huevito para que la oruga pueda vivir; pero esa oruga es el propio huevo en otro estado más perfecto.

Cuando, semanas más tarde, la oruga también “se muere” y se inmoviliza en el pequeño ataúd de la crisálida o del capullo, nuevamente esa pseudo-muerte es preludio de una nueva fase de vida, más amplia y plena que las dos fases anteriores.

Finalmente viene la tercera “muerte” de ese insecto en evolución ascensional, y el ocaso de esa tercera fase de la vida es la alborada de la vida más deslumbrante que va a despuntar – la mariposa.

En cada nueva metamorfosis el insecto se muere con la misma tranquilidad con que nace y renace, porque sabe instintivamente que esas vicisitudes de luz y tinieblas son necesarias para alcanzar la plenitud de su luminosidad final en forma de lepidóptero alado, que ha de sobrevolar, feliz y glorioso, en los espacios ensolerados.

El hombre se muere cada noche cuando se acuesta para dormir – y nace cada mañana cuando se despierta. Una inconsciencia entre dos consciencias.

Así como el sueño no alcanza la vida central del verdadero Yo, sino solamente las capas periféricas de los sentidos, así también la muerte no afecta nuestro ser interno que le da vida a los envoltorios externos.

Cementerio, derivado de la palabra griega “koimiterion”, quiere decir “dormitorio”. Los que yacen en ese dormitorio duermen el sueño de una noche temporal. De eso sabía Jesús, de eso sabían y saben sus verdaderos discípulos.

Por esto, lector, cuando veas morir a alguno de tus seres queridos, no te entristezcas, no llores, no hables de pérdida, no te cubras de luto. Más bien quédate en silencio y abísmate en ti mismo acompañando con el alma la metamorfosis de su “mariposa”… Lávate el rostro, vístete de fiesta, pon sobre la mesa de la sala un ramillete de flores rodeado de unas velas encendidas y, si tuvieres incienso genuino, lánzalo sobre las brasas y canta en silencio el himno de la liberación que el alma de tu ser querido está cantando en jubiloso silencio. Lo peor que puedes hacer es entristecerte o hasta “hacer una escena”, porque estas vibraciones de baja frecuencia dificultarían el vuelo de la gloriosa “mariposa”, prendiéndola desnecesariamente a las bajezas terrenas. Déjala volar libremente rumbo al Infinito y no seas tan egoísta y cruel de querer retenerla contigo en la jaula que ella abandonó…

Si tu alma está realmente unida a otra por el lazo del amor, no hay nada que pueda apartar de ti esa alma querida. ¿Qué poder tendría la fragilidad de la materia sobre la fuerza del espíritu?

*   *   *

El alma no es afectada por la muerte del cuerpo.

La hora de la gran transformación está envuelta por el velo de una suave semi-conciencia crepuscular… Todo le parece distante, cada vez más distante… Todo vago, lejano, etéreo… las paredes del cuarto retroceden… se pierden en el espacio los últimos sonidos… se entorpecen las extremidades del cuerpo… la semi-conciencia se centraliza en el corazón y en el cerebro, últimos reductos de la vida material… por fin, el cuerpo reposa como un envoltorio vacío y el alma parece sumergida como en un sueño profundo…

Sobre ella desciende la noche de una inmensa paz …

¿Cuánto tiempo durará esa noche de inconsciencia o semi-consciencia?

Nadie lo sabe. Para unos es larga, para otros breve… Depende del modo de vida que se condujo en la tierra, depende de la cualidad y del contenido de sus experiencias… para un alma presa muy firmemente al cuerpo y a la materia del mundo, esa separación causa un choque violento, una especie de hemorragia, de manera que por largo tiempo no conseguirá recuperar suficiente conciencia para darse cuenta de lo que aconteció y dónde está.

Para otras almas, habituadas al desapego voluntario, ese estado de inconsciencia es breve porque no hubo el choque violento.

Cuando el alma vuelve a recuperar la conciencia de sí, no sabe todavía que se encuentra fuera de su cuerpo. El largo hábito de sentir y pensar a través de la red material de los nervios orgánicos, mantiene al alma en la ilusión de sentir y pensar todavía a través de esos vehículos. Aun cuando contempla su cuerpo inerte y frio no se convence de que ese envoltorio no sea más su instrumento. Le acontece más o menos lo mismo que le acontece a una persona a quien le fue amputada una pierna; cuando despierta de la narcosis, juzga sentir dolores en la pierna amputada aunque ese miembro ya no tenga ninguna conexión con el resto del cuerpo. Así el alma juzga todavía por un cierto tiempo que siente y piensa a través de su cuerpo material, y con tanta mayor dificultad se desengaña de ese error, cuanto más firmemente haya estado acostumbrada a identificarse con su cuerpo durante la vida. El hombre espiritual, sin embargo, habituado a no identificar su verdadero Yo espiritual con su pseudo-yo material, en seguida percibe la verdad de su nuevo estado. Y ese descubrimiento no aterra su alma que desarrolló su conciencia espiritual durante la existencia corpórea; su alma ya está ambientada y se siente “en casa”.

No temais quienes matam el cuerpo

En el caso, sin embargo, de que ese vehículo más sutil no haya sido elaborado, es cierto que el alma se sentirá profundamente quebrantada y desorientada por la ausencia del cuerpo material, sin el cual la vida que sigue parece no tener más razón de ser ni posibilidad de existencia y evolución. En este caso el alma forcejará tratando de elaborar un nuevo cuerpo físico con el propósito de poder nuevamente gozar de la única vida que ella conoce y aprecia. Y entonces recomienza el vasto ciclo de ignorancia, errores y sufrimientos, el círculo vicioso que transcurre entre el nacer y el morir en el planeta Tierra o en otro ambiente material.

Positivamente, la vida eterna, la feliz inmortalidad no es un presente de cuna ni de ataúd – tiene que ser una gloriosa conquista de la vida conscientemente espiritual. En último análisis el propio hombre es el autor de todos sus sufrimientos y de todas sus glorias.

*   *   *

En el caso de que el hombre haya desarrollado durante la vida terrena un vehículo de evolución más delicado que ese cuerpo material, concentrándose frecuente e intensamente en el mundo inmaterial, verificará con grata sorpresa las nuevas posibilidades inherentes a ese cuerpo inmaterial. Y llevado por la ley cósmica de la afinidad, se dirigirá espontáneamente a aquellas zonas de vida donde otros seres congeniados se hallan empeñados en su evolución ulterior rumbo al infinito. Y en breve esa alma entrará en un ambiente propicio a su estado interior. Seres amigos y allegados se aproximan y le extienden las manos, entre ellos muchos de los que aquí en la tierra le fueron amigos y compañeros.

Y mientras en las espesas capas de la tierra material, el cuerpo inerte de ese hombre es llorado como muerto, él mismo con su cuerpo más sutil está mucho más vivo que lo que nunca estuvo antes, recomenzando su jornada evolutiva lleno de juventud y de entusiasmo.

Dotado de las nuevas facultades e instrumentos cognitivos más perfectos, entra en contacto con nuevas zonas de ese universo de Dios, zonas que otrora le fueron total o parcialmente veladas.

Verifica entonces que el llamado “otro mundo” no es un lugar distante de “este mundo”, sino un nuevo modo de ser del hombre y una nueva manera de actuar. Verifica que todos los mundos – material, mental y espiritual – están entrelazados e inter-penetrados, y no separados, yuxtapuestos ni sobrepuestos unos en otros; son un solo mundo ilimitado. La diversidad no es de los mundos sino que proviene de nuestra mayor o menor capacidad de percepción. Un ser que poseyera todas las facultades de percepción vería esos mundos como una gran armonía, o sea, unidad con diversidad, un inmenso cosmos omnipresente.

*   *   *

Sin embargo ese hombre tendrá que pasar por la segunda muerte, tendrá que separarse más una vez de su cuerpo astral, etéreo o luminoso y nacer para regiones superiores. Cuando haya asimilado todo lo que podía asimilar en el plano de su vivencia astral, habrá llegado entonces el tiempo de una nueva metamorfosis. El huevo, la oruga o la crisálida tienen que “morirse” una vez más para nacer de nuevo rumbo a una vida más plena; tienen que pasar sucesivamente por períodos de contracción y expansión, de inhalación y exhalación, de pasividad y actividad, de introversión y extroversión, prosiguiendo en su “vida eterna” rumbo a su gran destino.

Pensamientos y deseos son fuerzas creadoras. Nuestro futuro será el resultado de los pensamientos y deseos habituales de nuestra vida presente. El cuerpo es la condensación material de nuestros pensamientos y deseos predominantes. Cuanto más elevados fueren esos pensamientos y deseos, tanto más perfecto y bello será el envoltorio de nuestra vivencia futura.

Cualquier cuerpo es “templo del espíritu santo” en el que habita el espíritu de Dios. Cuanto más ese espíritu divino, nuestro Cristo interno, penetre en ese envoltorio, tanto más perfecto será el hombre.

.

__________________________________________________________________

.

No temais quienes matam el cuerpo 3

__________________________________________________________________

Ornamentación

.

De Rohden a Tolle

Etiquetas

, , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

CONVITE DE LOS EDITORES-TRADUCTORES

“Todo intento de querer expresar la Verdad absoluta por medio de palabras de nuestra lengua e imágenes de nuestra mente alcanza apenas una hilacha de la vestimenta de la Verdad. La verdadera esencia de la Realidad Infinita trasciende nuestras representaciones que son todas condicionadas por el tiempo. Nuestro pensamiento sujeto a las categorías de tiempo, espacio y causalidad, no está apto a revelar aquello que es sin tiempo, sin espacio y sin causalidad.”

Así comienza el primer párrafo del libro “Vivencia Espiritual como Realidad” de Guenther Zuehlsdorf, libro que fue traducido integralmente por Huberto Rhoden y que providencialmente llega ahora a nuestras manos[1], cuando precisamente buscábamos un puente que nos sirviera de vínculo para transportar a nuestros lectores al nuevo campo en que nos encontramos. Los propios textos de Rohden ya lo hubieran podido anunciar, y en muchos de sus escritos habla del camino del iniciado que debe “seguir la flecha” dejada por su maestro y no quedarse apenas admirándola, preso a ella.

Vamos entonces a servirnos de la traducción al portugués que Rohden hizo del pensamiento de Zuehlsdorf en alemán, y nosotros usaremos algunos extractos del mismo para mostrar la importancia que hemos encontrado en dar ‘otro paso’ (el cual estamos seguros de que Rhoden aprueba desde allá, desde “donde sea” el campo cósmico donde se encuentre en este momento), paso ese al que hoy nos conduce Eckhart Tolle[2].

Ese paso consiste en la liberación de tener que entender primero para después tratar de convertir en realidad o en acción lo comprendido. O sea que lo que nos enseña no tiene que pasar por la aprobación de la mente sino que es directamente probado y convertido en experiencia, la cual es vivida de inmediato; así no tenemos dudas ni incertidumbres, no hay preguntas ni aclaraciones, solo vivencias. Es un paso gigante, un gran avance evolutivo porque por primera vez la humanidad se libera del problemático filtro de la mente y sigue adelante descubriendo que Dios vive en mí, aquí, y no necesito darle nombres ni explicaciones, apenas disponerle toda mi atención y descubrirlo en mi conciencia, libre de palabras y conceptos (que a lo largo de toda la historia tanto nos han confundido y complicado, haciendo imposible la simple vivencia de su presencia en nosotros).

Eckhart Tolle no tiene la apariencia del gran sabio y erudito que esperamos ver, porque siempre se nos ha presentado esa imagen del gran señor que mucho ha estudiado y por eso ya es de edad avanzada que impone respeto: el gran patriarca. Nos han hecho creer que los que conocen a Dios son los ilustres teólogos, supuestamente los estudiosos de “la ciencia de Dios”. Todo eso que nos han metido en la cabeza es un engaño porque el descubrimiento de Dios no es tarea de la mente, eh ahí el gran equívoco.

Tolle 1Tolle por lo contrario tiene la apariencia como de un niño con cara de bobo que no se impone y no pretende estar por encima de nadie; tampoco es un erudito lleno de informaciones producto de sus muchos estudios, nada de eso. Su gran avance está en haber despertado su conciencia y es por esto que no necesita de explicaciones ni discusiones relativas a textos sagrados de interminables interpretaciones. Lo que nos ofrece es su disposición y habilidad para expresar, por medio de palabras sí, pero sobre todo a través de la energía vibratoria que emana del estado sereno de su ser, de donde fluye sin cesar un rio de sabiduría que es toda práctica, nada es para entender propiamente hablando, sino que todo es para probar y descubrir en sí mismo. Lo hace con gran sencillez, sin tanto revoloteo intelectual que para él es el gran enemigo del descubrimiento de la conciencia que somos, y que corresponde al mensaje de Jesús cuando dice que debemos encontrar el reino de Dios en primer lugar, porque así todo lo demás nos será dado por añadidura.

Es importante dejar en claro que el mensaje Crístico continúa invaluable, supremo, íntegro en toda su magnificencia y seguirá siendo luz, camino verdad y vida. Nada de esto ha sufrido cualquier alteración. Lo que está ocurriendo es que ha llegado el momento de un nuevo abordaje porque la humanidad necesita tomar una actitud, el tiempo del cambio, del despertar ha llegado porque el planeta no puede esperar más o sucumbirá ante la inconsciencia generalizada del “príncipe de este mundo” que lo está conduciendo a la destrucción[3].

Entonces Tolle evita usar los términos tradicionales relacionados con el espíritu porque ellos están contaminados con viejos conceptos, vagos y confusos, fuente de discordias y discusiones. Casi nunca usa la palabra Dios porque inclusive esta se ha desgastado y banalizado mucho, aunque evidentemente constatemos que a Él se refiere con lo que nos está mostrando (cuando se dispone a adoptar el punto de vista “dualista”). Así, evitando el tránsito por medio de los tradicionales: cielo, pecado, salvación, vida eterna, etc., Tolle consigue hacernos probar ahora, en el mismo instante en que lo escuchamos o lo leemos, hacernos descubrir ese pequeño algo inicial que es la puerta que nos conecta con el ser esencial (el antiguo más allá que siempre estuvo lejos y prometido para el futuro) y, aunque al comienzo sea sutil y casi imperceptible, con ejercicio y persistencia nos lo hace conocer cada vez más claramente. Esto es un descubrimiento que no tiene paralelo, es extraordinario y muy satisfactorio porque podemos ver que corresponde a los propósitos y objetivos que nos planteaban los iniciados del pasado, incluyendo al propio mensaje Evangélico. La diferencia está en que los medios antiguos usaban muchas palabras y conceptos que nos llegan a través de la mente y es ahí donde la cosa siempre se complicó. La enseñanza de Tolle se esquiva de la mente, evita los enredos de tener que pasar por ese filtro y nos muestra que el medio más eficaz está en la focalización de nuestra atención en lo que estamos probando en este exacto momento, donde la vida está, no en algún lugar del futuro conceptual imaginado por la mente. Y así induce al despertar de la conciencia adormecida en nosotros, sin tener que discutir ni usar al complejo intelecto que todo lo complica, con la sencilla espontaneidad de un niño inocente, sin conceptos ni preconceptos, como ya lo decía Jesús: si no sois como niños no entrareis en el reino de los cielos.

Entonces, ¿Por qué un nuevo abordaje?

Se trata de, como ya fue dicho, una cuestión de tiempo. No hay tiempo que esperar para que la mente entienda y que después ocurra un cambio, porque la mente siempre quiere entender más, y nunca estará satisfecha ya que en verdad no quiere cambiar. Y no quiere cambiar porque eso significa la aniquilación de su dominio. El árbol del bien y del mal son su propio reino que no está dispuesta a cambiar por el árbol de la vida (porque allí no reinaría) y es por esto que no bastaría la traducción de los 60 libros que Rohden nos dejó, como no ha bastado la Biblia entera, ni los relatos epopéyicos de las Upanishades[4], con la suprema canción del Bhágavad-guitá, ni el maravilloso Tao Te Ching de Lao-Tsé, por mencionar solo estos.

Y si la inquietud mayor aún estuviera en comprender el verdadero sentido del mensaje Crístico (que nos ofrece Rohden), los 114 textos lanzados y a disposición en este Blog son claros y suficientemente explícitos. Quien realmente desee llegar a esa visión podrá alcanzarla con lo que está expuesto, basta con volver a leer y revisar atentamente. Vale aquí recordar especialmente el pasaje de Jesús con Marta y María, donde el Maestro muy sencillamente dice: “Solo una cosa es necesaria”, o sea que en última instancia el secreto de la realización está en algo muy preciso que no hemos visto, y no son reglas o normas, ‘solo una cosa!’, el descubrimiento de esa misteriosa ‘perla preciosa’ que vale más que cualquier riqueza que poseamos o soñemos poseer.

Entonces no es más una cuestión de entendimiento, tampoco nos hace falta más información; como Tolle dice: “cualquiera de nosotros posee más información de la que Buda jamás tuvo y sin embargo… él tenía ‘aquel’ conocimiento que hizo toda la diferencia”.

¿Qué pasa entonces? ¿Por qué tener un buen entendimiento sobre la verdadera espiritualidad no es suficiente?

Rohden mismo lo ha explicado muchas veces: no basta estar preparado, haberse purificado y querer mucho la iluminación; esto es favorable pero no lo garantiza por sí mismo, porque la transformación en última instancia es una gracia que recibimos, y solo el Ser supremo conoce el momento justo y concede esa gracia que es solo suya.

En esto influye poderosamente el factor: “príncipe de este mundo” que mencionamos y que corresponde a la mente analítica, la cual se declara favorable a la iluminación, siempre y cuando esté bajo su poder exclusivo, pero esa exclusividad es desintegradora por su propia naturaleza, separatista, no unificadora sino independiente y autoritaria.

En Zuehlsdorf, traducido por Rohden, encontramos estas palabras:

Para el hombre profano conocer es un medio de calmar la inteligencia inquieta, encontrar respuestas plausibles para ciertas preguntas sin sumergirse en las profundidades de la Realidad. Para el hombre común la verdad es un trabajo de la cabeza destinado a canalizar siempre nuevos elementos para la insaciable dialéctica de la inteligencia; pero, haciendo esto, el hombre obstruye el camino hacia la experiencia del silencio interior.”

Nuestras especulaciones filosóficas y teológicas son como flores que pintamos en los vitrales de las ventanas de nuestra vida, que nos dificultan la visión de la Realidad más allá.

Esa “visión de la Realidad” es la cuestión que aborda Tolle de forma práctica, de manera que aunque se use el término ‘más allá’ por tratarse de un hecho que no es simplemente empírico y común, su constatación no se ‘localiza’ propiamente más allá sino “más acá”, por así decir, en un grado de evidencia tan próximo que es insospechado para la mente, acostumbrada a dirigir la atención hacia afuera, muy poco hacia adentro. Una analogía que Tolle usa con frecuencia nos habla de la dificultad que tendría un pez al que le dijéramos: “¿Te das cuenta del agua?… a lo que el pez respondería: ¿Agua? ¿Dónde? No la veo!”

Y es que podemos concordar con el hecho de que el bullicio de la mente sea un obstáculo y que el silencio sea el “lugar” para descubrir ese conocimiento; sin embargo muchos han sido los monjes e aspirantes a la iniciación que han pasado años en un silencio “vacío” sin descubrir en dónde está ese incógnito paso que conduce al despertar.

Así es que Tolle viene hoy en nuestro socorro iluminando ese vacío y, con la paciencia de alguien que se apiada de un hermano confundido, nos hace descubrir la riqueza del silencio, auxiliándonos a no quedarnos perdidos en un vacío sin sentido, al detallar pacientemente lo sutil y especial que es el trabajo de la liberación de la mente (principal obstáculo) y el descubrimiento del “espacio” (algo constatable) que surge entre el silencio que se puede encontrar entre una palabra y otra de nuestros pensamientos. Y así va conduciéndonos con la compasión de quien ya sufrió mucho y conoce el engaño esencial en el que nos encontramos, para que nuestro despertar sea aún más factible.

En consonancia con esta actitud veamos lo que dice Zuehlsdorf a través de Rohden:

Nunca ninguno de los grandes maestros de la humanidad elaboró un esquema intelectual de pensamientos para descubrir lo que se deba entender por “Verdad”. Con espontanea naturalidad ponían de lado todas las ideologías intelectualistas y todos los reglamentos tradicionales dejando a sus discípulos con frecuencia en un estado de extraña vacuidad.

“Jesús habló por medio de parábolas y cuando Pilatos le preguntó directamente lo que era la Verdad, se quedó callado.”

“Lao-Tsé designa lo Eterno del Universo como lo indecible, lo Innominable.”

“Buda, uno de los grandes iluminados, llamaba a la verdad la “esencia de la vida”, que es plenitud y al mismo tiempo vacuidad. Es vacuidad porque la así llamada realidad empírica – siempre encubre la genuina Realidad, y por otro lado la Verdad es plenitud porque consiste en la concientización de la verdadera naturaleza del hombre que solo nos es revelada en el silencio y por la intuición”.

Verdad y error están en nuestro propio pensamiento. Verdades de segunda mano, dogmas, credos, rutinas habituales retardan la vivencia de la Realidad y debilitan el espíritu. Shankara[5] habla de “una deformación de la visión de la verdad”, oriunda de la injerencia del pensamiento en la zona de la experiencia intuitiva. Sri Ramana Maharishi[6], el gran vidente hindú de nuestros tiempos, decía que el silencio es el único lenguaje de la Verdad, y que nuestro hablar interrumpe ese lenguaje. Según él, es precisamente la mentalización transfigurada, el pensamiento en su forma más sutil y por esto más peligrosa, que esclaviza al hombre más funestamente. Dado que la verdad solo podrá surgir después de que la inquieta dialéctica de la inteligencia analítica sea dominada y cuando la conciencia intuitiva y sin forma sea alcanzada.

La experiencia última y suprema no puede ser alcanzada por el simple contacto con cualquier cosa visible del Universo, con algún objeto existente dentro del ámbito del tiempo y del espacio, y destinado a perecer; la verdadera experiencia de la Realidad se procesa directamente, sin la cooperación de los sentidos y de la inteligencia.

Una fábula china ilustra drásticamente la verdad de que ninguna experiencia cotidiana puede ofrecer la base para una vivencia superior. “Con un sapo no se debe hablar del mar porque él solo conoce su refugio. Con una mariposa no se debe hablar de hielo porque ella solo conoce el verano. Con un profano no se debe hablar de Tao porque él está limitado a sus pensamientos”.”

De Buda tenemos palabras que muestran cómo se origina el conocimiento superior: “La doctrina que proclamo no me vino por tradición, ni a través de raciocinios, ni por vía de comparaciones, sino que dentro de mí mismo se abrió el ojo, dentro de mí mismo se reveló la Verdad”.

La verdad se revela al hombre solamente cuando calla y entra en el gran silencio: la Verdad es una concientización del Yo divino, una vivencia inmediata del propio Ser, una experiencia interiorizante”.Tolle 3

Aquí vemos nuevamente el punto en el que Tolle interviene para salvarnos del tormento del vacío sin continuidad ni escapatoria. Ese “gran” silencio no es un nada absurdo del que nada se puede esperar, sino que en él precisamente se encuentra la plenitud de que hablaba Buda y a la que Tolle, este profeta de nuestros días (como Oprah Winfrey lo califica), nos conduce con fraterno cuidado e inagotable paciencia.

La gran contribución de Tolle respecto a las orientaciones de otros iluminados del pasado está en proporcionarnos medios inmediatos y al alcance de cualquiera que desee con sinceridad probarlos. Como ya lo mencionamos, uno de esos medios consiste en desobstruir el camino del enmarañado de la mente, sus porqués, objeciones, dudas y especialmente su necesidad de objetivar todo lo que aborda. Pero este no es su principal aporte, como lo estamos viendo en los textos de Rohden y otros, la mente analítica fue muchas veces reconocida como el gran impedimento en el camino de la espiritualidad. Lo que es especialmente significativo, aunque tampoco sea una novedad en sí misma (pero sí constituye un elemento decisivo por el énfasis dado) es la visión y toma de consciencia del “ahora” como único y autentico medio (mejor tal vez sería decir: foco) de espiritualización. La anulación del pasado y la eliminación del futuro como realidades del ser son los instrumentos de nuestra actualización, que también podríamos llamar de realización, por la que todo se convierte en un hecho del momento presente, librándonos del ancestral tener que esperar a que nos llegue en un futuro, que no existe.

Zuehlsdorf lo dice en estos términos:

De poco sirve que nos ocupemos con filosofía, metafísica, yoga o ritualismos, si la ley del espíritu no es vivida en su presencia inmediata; solo cuando es conscientemente vivida es que ella puede tornarse una fuerza viva en nuestra vida diaria”.

Con Tolle la experiencia espiritual es una toma de consciencia que él nos hace probar en el acto, especialmente cuando asistimos a sus conferencias y tenemos acceso a la energía que emana de su presencia y manifestaciones, por las que la ilusión del ‘yo’, ese ego elaborado por la mente humana, deja de tener prioridad al inducirnos al descubrimiento del real ser que somos y que se compenetra con la esencia de todo lo existente. Y aunque no seamos capaces de mantener esa visión de forma permanente, Tolle consigue que un vislumbre de la misma se ilumine en quien está buscando la verdad de su ser y así, ese individuo que ve, aunque sea por un instante y de forma tenue lo que Tolle muestra, ya no necesita más recaer en la esperanza de un mañana mejor o aguardar por la llegada de un futuro paraíso, porque se habrá dado cuenta de que en él está el trabajar para expandir su “ahora” y que el paso hacia su despertar no se quede para más tarde.

La realidad espiritual que buscamos no es algo que se haya de alcanzar un día porque ya existe dentro de nosotros; lo que necesitamos es literalmente descubrirla porque se encuentra encubierta por muchas capas opacas que son condicionamientos mentales y preconceptos elaborados en función de la protección del ego. Esa necesidad de protección es oriunda del miedo nacido de esa falsa identidad (el propio ego) siempre asociada a una equivocada independencia, la cual es ignorancia con respecto a nuestra realidad esencial.

Zuehlsdorf dice:

Evolución en la zona espiritual es, en último análisis, solamente un desdoblamiento del ser potencial en un ser actual, la transición de la mariposa dentro de la oruga hacia la mariposa fuera de la oruga; o sea, el redescubrimiento de la fuente secreta, soterrada, pero cuya realidad siempre nutre nuestra vida y conciencia – fuente que nosotros no realizamos sino que nos realiza.

La meditación, cuando es bien comprendida, no es otra cosa sino el “arte de reposar en sí mismo”, durante la cual el pensamiento analítico da lugar a la comprensión intuitiva.

Meister Eckhart[7] decía que nosotros sólo existimos debido al hecho de que la Divinidad está presente en nosotros.

Dios es inmanente en todas las cosas del mundo, así como nuestra inteligencia está presente en cada uno de nuestros pensamientos a través de los cuales se expresa. El Universo es Dios en su manifestación, Dios que habita como espíritu o íntima esencia en todas las existencias que reciben de esa esencia su existir. Todas las existencias finitas emanan de la Esencia Infinita.

El verdadero Yo sólo puede ser alcanzado espontáneamente en momentos de inmersión cósmica, durante momentos cuando como que soñamos con los ojos abiertos, cuando en nuestra alma desfilan sentimientos profundos de la naturaleza humana. Solamente aquel que rechaza constantemente todas las interpretaciones intelectuales de su mente, es el que puede tener la respuesta a su pregunta. Con palabras, sean ellas las que fueren, no hacemos sino camuflar para nosotros mismos la propia falta de comprensión.

Zuehlsdorf encuentra gran concordancia, como igualmente lo expresó Rohden en sus textos, con las viejas escrituras de los sabios de oriente:

Frente a estas paradojas, oriundas del contacto con la fuente de nuestro Ser, las Upanishades designan el conocimiento sapiencial como invisible, inaudible, impensable, incognoscible, señalando así que la Verdad sólo comienza allá donde terminan todas las preguntas y se refieren a este conocimiento como Brahman. Para ellos Brahman solo puede ser comprendido como el propio Conocimiento que es idéntico a la Realidad y de ella inseparable porque está más allá de cualquier demonstración y más allá de las fronteras de nuestra facultad de raciocinio”.”

Brahman se revela por sí mismo cuando la ignorancia desaparece – del mismo modo que una cuerda se revela como cuerda cuando desaparece la ilusión de que sea una serpiente.

Brahman es el íntimo centro de nuestro Yo, el elemento del Ser dentro de nosotros, en virtud del cual somos; ninguna actividad, ninguna ceremonia de purificación puede aproximarnos a él, porque no nos podemos tornar aquello que somos, solo lo podemos SER[8].

El conocimiento de Brahman despierta en el momento que el hombre desvía su espíritu de las cosas del mundo fenomenal y lo dirige hacia su interior, cuando cesa de percibir las “voces” (de su mente) y se sumerge en el silencio en cuya profundidad se revela la identidad del Ser.

Sin embargo, como dice Ramana Maharishi en el texto de Zuehlsdorf:

Los hombres son muchas veces como sonámbulos, tan compenetrados en la supuesta realidad de sus sueños que de ningún modo quieren ser despertados.

“Tan escasa es la confianza que el hombre tiene en su propia Realidad interior, ese elemento en el que reposa su vida, que siempre de nuevo trata de subordinarla a las necesidades de su vida física. Esa transposición de conciencia, del centro esencial hacia la periferia, de la realidad del íntimo Ser a la ilusión de los hechos externos se asemeja a una expulsión del paraíso.”

“Es por esto que la personalidad humana solo retorna a su paraíso o alcanza el zenit de su realización cuando se disuelve en la Realidad divina.”

“Esa visión de la realización humana está también en este bello aforismo de la filosofía budista:

“¿Cómo se puede conseguir que una gota de agua se conserve eternamente sin secar? – Echándola al mar.”.

Analogía semejante usa Tolle en sus conferencias cuando se refiere a las dos dimensiones del hombre: una, la que trata de su forma externa, aparente, es comparable a una ola del mar cuya existencia es superficial y transitoria, mientras que la otra dimensión que es su esencia trascendente y permanente, corresponde al océano, el profundo ser real, inmutable, que verdaderamente somos.

Tolle, en sus propias palabras:

Hablo de una transformación profunda de la conciencia humana –no como una distante posibilidad futura, sino como algo que es posible realizar inmediatamente- sin importar quién sea usted o dónde esté. Trato de mostrarle cómo liberarse de la esclavitud de la mente, cómo entrar en un estado de conciencia iluminada y mantenerlo en la vida cotidiana.”

Una y otra vez trato de llevarlo a usted conmigo a ese estado intemporal de presencia intensa y consciente en el Ahora, así como de darle a probar la iluminación. Mientras que usted no alcance a experimentar aquello de lo que hablo, puede encontrar estos pasajes algo repetitivos. Pero en cuanto lo experimente, creo que se dará cuenta de que tienen un gran poder espiritual y pueden llegar a ser para usted las partes más provechosas. Sin embargo, puesto que toda persona lleva dentro de sí la semilla de la iluminación, a menudo me dirijo al conocedor en usted que vive tras el pensador, el ser profundo que inmediatamente reconoce la verdad espiritual, resuena con ella y se fortalece con ella[9].”

La libertad comienza cuando te das cuenta de que no eres ‘el pensador’. En el momento en que empiezas a observar al pensador, se activa un nivel de conciencia superior. Entonces te das cuenta de que hay un vasto reino de inteligencia más allá del pensamiento, y de que el pensamiento sólo es una pequeña parte de esa inteligencia. También te das cuenta de que todas las cosas verdaderamente importantes – la belleza, el amor, la creatividad, la alegría, la paz interna – surgen de más allá de la mente. Empiezas a despertar.”

Cuando tu conciencia se dirige hacia fuera, surgen la mente y el mundo. Cuando se dirige hacia dentro, alcanza su propia Fuente y regresa a casa, a lo No Manifestado.

Cuando te rindes a lo que es y estás plenamente presente, el pasado ya no tiene ningún poder. Entonces se abre el reino del Ser que había quedado oscurecido por la mente. De repente, surge una gran quietud dentro de ti, la sensación de una paz insondable. Y en esa paz hay una gran alegría. Y dentro de esa alegría hay amor. Y en su núcleo más interno está lo sagrado, lo inconmensurable, Eso que no puede ser nombrado.

NAMASTÉ


[1] Agradecemos al señor Flavio de Mello traductor de Rohden al inglés y editor del Blog: “Third Heaven” que divulga el pensamiento de Rohden en esa lengua (http://3rd-heaven.blogspot.com) y de paso a Iris Gomes, editora de otro Blog también referente a Rohden, en portugués: “Memória Rohden” (http://ihgomes.wordpress.com/) que propició la disponibilidad de dicho texto. (Nota de los editores-traductores al castellano).

[2] Eckhart Tolle es un profesor espiritual contemporáneo que no se halla alineado con religión o tradición alguna. Nació en Alemania donde vivió hasta los trece años. Se graduó de la Universidad de Londres y fue investigador de la Universidad de Cambridge. A los 29 años una profunda transformación espiritual cambió el rumbo de su vida. En los años siguientes se dedicó con devoción a entender, integrar y profundizar esa transformación que marcó el inicio de un intenso viaje interior. En la última década se ha dedicado a ser consejero y maestro espiritual y trabajó con personas independientes o grupos pequeños en Europa y Estados Unidos. Sus principales obras: “El Poder del Ahora” y “Una Nueva Tierra” han sido best sellers del New York Times y vendido millones de ejemplares por todo el mundo. Desde 1995 vive en Vancouver Canadá. (Tomado de la contratapa de sus libros).

[3] “El despertar espiritual no es ya una opción sino una necesidad, si queremos que la humanidad y el planeta sobrevivan.” (Eckhart Tolle).

[4] Upanishad designa a cada uno de los más de 200 libros sagrados hinduistas escritos en idioma sánscrito entre el siglo VII a. C. y principios del siglo XX d. C., la mayoría de los cuales están escritos en prosa y un cierto número de ellos han sido compuestos en verso. Upa ni-shad significa ‘sentarse más bajo que otro’ (para escuchar respetuosamente sus enseñanzas). Se piensa que su forma, como la conocemos hoy día, se adoptó entre los años 400 y 200 a. C., por lo tanto representan un aspecto del hinduismo védico casi tardío. (Nota de los editores-traductores al castellano).

 [5] Shánkara (788-820) fue uno de los más importantes pensadores de la India. Fue el primero que consolidó la doctrina Aduaita vedanta (una de las escuelas Vedanta en la India). (Nota de los editores-traductores al castellano).

 [6] Ramana Maharshi (1879 – 1950) es ampliamente reconocido como uno de los sobresalientes gurús de los tiempos modernos. Nació en Venkataraman Iyer, Tamil Nadu, al sur de la India. A los 16 años perdió el sentido del ‘yo’ individual, un despertar que más tarde reconoció como iluminación. Poco después dejó el hogar y se fue a la montaña sagrada Arunachala, Tiruvannamalai, donde permaneció el resto de su vida. Entre sus enseñanzas insistía en el silencio como el más puro profesor y cuando hablaba decía que sus palabras “provenían del conocimiento directo de la conciencia como la única realidad existente”. En sus últimos años, se desarrolló en torno de él una comunidad en la que estaba disponible a visitantes durante 24 horas al día. Nunca permitió que lo trataran de manera especial, ni recibía presentes particulares. Trataba a todos con igual respeto. Desde 1930 sus enseñanzas se popularizaron también en el mundo occidental. (Nota de los editores-traductores al castellano).

 [7] Eckhart de Hochheim (Turingia, Alemania, 1260 – 1328), más conocido como Meister Eckhart, fue un dominico alemán, conocido por su obra como teólogo y filósofo. Fue el primer teólogo de la Universidad de París en ser sometido a un proceso por sospecha de herejía. Condenadas algunas proposiciones de su obra por Juan XXII, fue rehabilitado por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1992. Cabe aquí comentar que el nombre ‘Eckhart’ adoptado por Tolle fue en parte inspirado en este Maestro alemán del siglo XIII. (Nota de los editores-traductores al castellano).

 [8] “Hablas de tu Yo individual. Con la misma razón podrías llenar con agua del Ganges un jarro y llamar esa cantidad de agua tu Ganges individual”. RAMAKRISHNA

 [9] La sugerencia que proponemos es pues que se escuche a Tolle; hay que escucharlo muchas veces, dejarse llevar por su increíble simplicidad y darse cuenta que su mensaje es realidad dentro de nosotros, realidad que es paz y serenidad aquellas que tanto buscamos. Localizarlo es muy fácil: por el internet hay muchas conferencias en YouTube inclusive con subtítulos en español. También podemos vincularnos al EckharttolleTV, una organización que expone sus conferencias, publica textos y coordina sus retiros por todo el mundo. (Nota de los editores-traductores al castellano).

.

__________________________________________________________________

.

Tolle 2

__________________________________________________________________

Ornamentación

.

Destruid este templo y en tres días lo reedificaré

Etiquetas

, , , , , , , , , , , , ,

Capítulo del libro: ‘Filosofía cósmica del Evangelio’ de Huberto Rohden

Hay un test infalible para saber en qué plano de evolución se encuentra un hombre: es solo verificar la actitud que toma con respecto a su cuerpo, cómo lo trata o maltrata.

El hombre espiritualmente analfabeto adora su cuerpo como su Dios.

El hombre semi-espiritualizado y asceta odia y maltrata su cuerpo.

El hombre plenamente espiritual, el hombre cósmico, no adora ni odia su cuerpo sino que lo respeta, lo mantiene en perfecta integridad y funcionamiento como vehículo y maravilloso instrumento para su evolución superior.

Hay tres clases de bienes externos: los bienes de fortuna, el cuerpo y el intelecto. La inteligencia es muy desconocida para las masas a punto de que puedan hacer de ella su Dios y Soberano; eso es privilegio de algunos científicos. Los bienes de fortuna están fuera del hombre, sin contacto directo y sensible con su ser vivo. Pero el cuerpo, de los tres bienes externos, es el más conocido y el que está en contacto inmediato con cada uno de nosotros, a punto de que muchos identifiquen su Yo con su cuerpo y sus sensaciones.

Por esto es que esa actitud frente al cuerpo es el mejor test para saber la evolución de un hombre.

Jesús nos dejó en el Evangelio un episodio maravilloso en este plano.

*   *   *

Después de la purificación del templo de Jerusalén[1] Jesús es interpelado por los jefes espirituales que quieren saber en virtud de qué autoridad tiene el derecho de hacer lo que había hecho. Y Jesús les responde: “Destruid este templo y en tres días lo reedificaré!” A lo que los jefes espirituales replican: “¿Cuarenta y seis años tomó la construcción de este este templo y tú pretendes reconstruirlo en tres días?

Y el evangelista adiciona: “Jesús, sin embargo, hablaba del templo de su cuerpo y después de la resurrección sus discípulos se acordaron de esto”.

En todas las escrituras sacras el cuerpo humano es llamado “templo de Dios”, “templo del espíritu santo” (universal), “habitáculo de la divinidad”.

Es cierto que Dios está en todas partes, su omnipresencia es absoluta, universal, ilimitada. Pero hay ciertos puntos donde esa omnipresente inmanencia de Dios, se hace más perceptible a nosotros, a nuestras facultades sensitiva e intelectiva – así como la vida universal del cosmos se hace más perceptible en determinados focos vitales como las plantas, los insectos, los animales.

Es posible destruir un vehículo de vida, algún organismo vegetal o animal, pero no es posible destruir la Vida que es esencialmente inmortal y universal. Matar no quiere decir destruir la vida; quiere decir desligar del océano de la vida universal, este o aquel pequeño vehículo individual. La destruición del vehículo hace que se vuelva inepto para servir como soporte o porta-vida, pero no aniquila la vida por él manifestada. Muere el vehículo pero continúa viviendo lo vehiculado. Muere el contenedor, continúa viviendo el contenido. Si la vida cósmica fuese la suma total de sus vehículos individuales, la destrucción de estos equivaldría a la destrucción de aquella – lo que es absurdo e ilógico. Nadie puede destruir la Vida, solo se pueden destruir los vehículos vitales.

El hombre común puede desligar de sus vehículos la vida universal (matar), pero no puede reconectar esos vehículos con la vida universal (resucitar). Esa imposibilidad de ligar con el inmenso océano de la vida universal su pequeño vehículo individual u organismo, proviene de nuestra debilidad e imperfección. En el período actual de nuestra evolución solo podemos desatar, pero no volver a atar el vínculo entre el vehículo vital y el Océano de la Vida. No tenemos poder sobre la Vida Universal, solo tenemos poder sobre los pequeños vehículos vitales. Si tuviéramos el poder de ligar, como tenemos el poder de desligar, podríamos decir con Jesús: “Yo me despojo de mi vida cuando quiero y retomo mi vida cuando quiero”; o aún: “destruid este templo (mi cuerpo) y en tres días lo reedificaré”.

Destruir el templo de Dios, el cuerpo, no es lo mismo que destruir el espíritu universal, el arquitecto que construyó ese templo en el que habita.

La destrucción es un acto negativo, pasivo – la construcción es un acto positivo, activo.

La construcción es un , una presencia – la destrucción es un no, una ausencia.

Construir es encender una luz – destruir es apagar esa luz y llamar a las tinieblas.

Para negar o apagar, sirve cualquier agente negativo – para afirmar, encender, se requiere un factor positivo.

*   *   *

¿No parece extraño que Jesús presente como argumento de su autoridad divina de purificar el templo de Jerusalén, el hecho de ser señor y soberano del templo de su cuerpo?

Es evidente que establece un paralelo entre el templo material de Jerusalén y el templo orgánico de su cuerpo. Para reunir y rejuntar las piedras de aquel santuario muerto, fueron necesarios 46 años – para organizar las células de este santuario vivo, fueron necesarios pocos meses.

El templo de Jerusalén fue construido por el Dios del universo externo, a través de manos humanas – el templo del cuerpo humano es construido por el Dios del Universo interno, mediante las fuerzas biológicas del propio organismo. Pero las leyes del macrocosmos de afuera y las del microcosmos de adentro son las mismas porque son las leyes de Dios, del arquitecto del cosmos y arquitecto del cuerpo.

La profanación del templo – sea de piedras inertes, sea de células vivas – es un crimen, en cualquier hipótesis. Abusar del templo de Dios para fines ajenos o contrarios al culto divino es un sacrilegio.

El templo de Jerusalén estaba reducido a una “plaza de mercado”, como dice un evangelista, o, como dice otro, a una “cueva de ladrones”, cuando su verdadera finalidad era ser una “casa de oración”.

“Plaza de mercado” y “cueva de ladrones” es la misma cosa en el lenguaje de Jesús, porque tanto una como otra es un sacrilegio, una profanación del santuario de la divinidad, que solo debe ser una “casa de oración”, un centro de culto divino. Servirse del templo para adquirir y aumentar cantidades de materia muerta o de carne viva – dinero o animales – es desvirtuar la finalidad del templo de Dios.

El templo de Jerusalén era “casa de oración” – y también el templo del cuerpo humano es “casa de oración”, lugar de culto divino. Conservando el cuerpo puro y sano como el de Jesús, debidamente disciplinado y armonizado en todas sus funciones, es una sagrada liturgia, un acto de culto religioso. Todas las células del cuerpo, todas las gotas de sangre, todas las vibraciones de los nervios, todos los sentimientos, pensamientos y deseos, deben formar una gran orquesta, una sinfonía cósmica, para alabar y adorar a Dios, arquitecto y habitante de ese santuario vivo.

El templo del cuerpo es profanado con toda y cualquier actividad que no le sea natural; por un modo de vida o alimentación contrarios a su íntima naturaleza; por un modo de sentir, pensar o desear en desarmonía con su verdadera naturaleza de vehículo e instrumento del alma.

De la completa fidelidad a la naturaleza del cuerpo, de la perfecta armonía de todas sus partes y funciones de ese templo de Dios, depende su inmortalidad. Mientras que no sea completa la armonía de todas sus partes y funciones, no puede haber inmortalidad del cuerpo, porque desarmonía es destrucción. La inmortalidad del cuerpo proviene de la completa armonía de todas sus partes y funciones; pero esa total armonía de las partes entre sí, solo es posible en el caso de que entre el cuerpo y el alma haya el debido sub y súper-orden; o sea que la disciplina y la armonía entre cuerpo y alma, determina la disciplina y la armonía entre las diversas partes y funciones del cuerpo. Indisciplina espiritual provoca indisciplina corporal.

Este sub y súper-orden es lo que es verdadera “pureza”, o sea, el elemento “cósmico” de nuestro organismo, su “belleza”, porque su “orden”, “Cosmos”, significa la belleza nacida de la armonía entre todas las partes componentes y su Todo compuesto. La belleza es la armonía de las partes con el Todo y, por consiguiente, también de las partes entre sí. Orden, pureza y belleza son la misma cosa. Si una parte es sacrificada en beneficio de otra, no hay armonía, belleza, pureza, cosmos – hay desarmonía, fealdad, impureza, profanación del templo de Dios.

La pureza construye – la impureza destruye.

La armonía es vida – la desarmonía es muerte.

La belleza es la voluntad de Dios – la fealdad es voluntad del hombre sin Dios.

La palabra latina “mundus” (mundo) también quiere decir “puro”, como su contrario “inmundus” quiere decir “impuro”, “inmundo”. El mundo es puro o bello porque es orden y disciplina, sub y súper-orden de partes y funciones.

El mundo es puro, cósmico, porque es armonía – el cuerpo es puro, cósmico, cuando guarda la armonía natural de sus partes y funciones.

Desarmonizar las funciones del cuerpo es hacerlo inmundo, impuro, feo, y esto le ocasiona destrucción – destrucción parcial por las enfermedades, destrucción total por muerte prematura. Todas las enfermedades provienen de la desarmonía de las funciones. La muerte en edad avanzada no es enfermedad, es el desenvolvimiento de una ley natural; pero la muerte prematura no es natural.

Quien es capaz de conservar su cuerpo puro, armónico, bello, tiene también el poder de reedificar ese templo de Dios por el espíritu de Dios, o sea, crear su in mortalidad corporal. El mismo espíritu de Dios que edificó nuestro cuerpo desde el momento de su concepción, también puede reedificarlo en caso de destrucción parcial o total. Es flagrantemente absurdo e ilógico suponer que ese Dios-en-nosotros, revelado por el alma, no pueda reconstruir lo que nuestra ignorancia destruyó. La sapiencia de nuestro Yo espiritual construye al cuerpo – la ignorancia de nuestro pseudo-yo físico-mental destruye, parcial o totalmente, nuestro santuario orgánico.

Pero, si la sapiencia del alma es completa, como la de Cristo, puede reconstruir el santuario destruido por otros, ignorantes y pecadores.

Jesús no dice que él mismo va a destruir el templo de su cuerpo, sino que sus enemigos lo destruirán y que él reconstruirá por el poder del espíritu lo que otros destruyeran por la fuerza de la materia. El hombre espiritual no destruye su cuerpo sino que reconstruye lo que los pecadores – incluyendo al pecador dentro de sí – destruyeron. Disciplina sensata y bien orientada no es destrucción, es construcción.

Si el Lucifer de mi ego físico-mental destruye mi santuario orgánico a través de las enfermedades o la muerte prematura, invocaré al Lógos de mi Yo espiritual, a mi Cristo interno, para que lo reconstruya.

El hombre crístico, que es el hombre integral, el hombre cósmico, considera su cuerpo como un santuario que no debe ser destruido por mortificaciones ignorantes, ni profanado por abusos descontrolados – sino que debe ser mantenido en toda su integridad, fuerza y belleza natural, como conviene a un templo de la divinidad.

Y este templo, penetrado por el espíritu inmortal, participará de la inmortalidad del espíritu de Dios.

Este es el hombre cósmico, el hombre integral, el hombre crístico.


[1] Episodio que Rohden relata en su libro ‘Jesús Nazareno’ de la siguiente manera:

Se aproximaba la fiesta de la Pascua judía. Esas solemnidades no tenían nada que ver con nuestra pascua cristiana que aún no había ocurrido. La Pascua judía (o Peesach) era la conmemoración anual de la independencia nacional de Israel de su salida de la larga esclavitud de Egipto. En el día marcado Jesús se dirigió al templo para asistir a la inmolación del cordero pascual. En la espaciosa galería del templo se reunió en torno de él gran número de gente. Muchos habían oído su doctrina en Galilea.

Y el Maestro se puso a hablar a las multitudes.

No tardó en que se formaran dos partidos en pro y en contra de Jesús. Principalmente sacerdotes, fariseos y doctores de la ley, se llenaron de envidia porque el rabí de Nazaret enseñaba en público, sin haber hecho cursos en sus escuelas ni haber requerido para esto autorización del Sanedrín. El pueblo, sin embargo, lo escuchaba con placer y lo aplaudía con entusiasmo porque su palabra era poderosa.

Cierta mañana llegó Jesús al templo en compañía de sus discípulos y encontró el atrio invadido de vendedores y revendedores. Avanzó contra los profanadores y los instó a abandonar el vestíbulo del santuario junto con sus mercaderías. No fue escuchado. Los interesados se le opusieron tenazmente preguntándole con qué derecho se consideraba policía del templo, él, el extranjero, el galileo. Frente a esta resistencia, Jesús echó mano de una cuerda que encontró en el suelo, la dobló en forma de látigo y exclamó:

– Afuera con todas estas cosas; no hagáis de la casa de mi Padre una plaza de mercado! (Nota del Traductor).

 

 .

__________________________________________________________________

.

Destruid este cuerpo...

__________________________________________________________________

Ornamentación

.

Bienaventurados los pobres por el espíritu – porque de ellos es el reino de los cielos

Etiquetas

, , , , , , , , , , ,

Capítulo del libro: ‘Sabiduría de las Parábolas’ de Huberto Rohden[1]

¿Qué es ser pobre por el espíritu?

¿Quién es bienaventurado, feliz?

¿Qué es el Reino de los Cielos?

Durante casi 20 siglos se han discutido las palabras «ptóchoi tô pnéumati» como está en el original griego del primer siglo, o «pauperes spiritu«, como leemos en la traducción latina. Las interpretaciones de esas palabras han sido muy diversas. Algunos llegaron al absurdo de traducir los «pobres de espíritu», proclamando felices a los que tienen poco espíritu, los que son pobres o deficientes de espíritu, los imbéciles e idiotas. En este caso, el propio Jesús no haría parte de los bienaventurados y de él no sería el Reino de los Cielos, porque no era pobre de espíritu en ese sentido, sino muy rico, riquísimo, ya sea que se entienda por espíritu la facultad espiritual o la facultad intelectual.

Pero a los que el Maestro llamó felices son aquellos que de su libre albedrío optaron ser pobres por haber elegido su propio espíritu; no a los que son pobres por obligación, que son millones y tal vez infelices, sino a los que pudiendo poseer todas las riquezas de la tierra, se sienten tan ricos con sus bienes espirituales que voluntariamente se desapegaron de los bienes materiales haciendo uso apenas de lo necesario para su manutención física.

También, ¿Qué haría un millonario espiritual con esas pobres riquezas materiales? ¿Qué sentido tendrían para un hombre espiritualmente adulto, esos muñecos de celuloide u otro material con los que se divierten los niños en un jardín infantil? El rico de espíritu no sabe cómo jugar con esos muñecos de los ricos de la materia; su mentalidad espiritualmente adulta, no encuentra suficientes puntos de contacto con esos juguetes que encantan a los espiritualmente infantiles.

Alguien dice: «Para un sabio es tan difícil adquirir riquezas como para un rico adquirir sabiduría».

Muchos piensan que para no darle importancia a los bienes materiales, el hombre debe ser muy virtuoso. No es exactamente así. El hombre virtuoso puede renunciar a los bienes materiales y aún así no ser sabio ni feliz. La verdadera renuncia no proviene del virtuosismo pero sí de la sabiduría, de la comprensión de la verdad. En ciertos casos el virtuosismo puede ser preliminar a la sabiduría, pero no es la propia sabiduría. Saber quiere decir saborear, tomar el sabor de un alimento y sentirlo como sabroso. Pero para el hombre que es apenas virtuoso la renuncia puede tener sabor amargo, puede ser «camino angosto y puerta estrecha»; solamente para el sabio, el sapiente, la renuncia es «yugo suave y peso leve».

Alguien puede renunciar por deber y hasta por querer – y ser un hombre virtuoso.

Pero el verdadero sabio renuncia por comprender, por saber – y saborea la verdadera felicidad.

El deber y el querer del virtuoso son actos de buena voluntad del hombre-ego – pero el comprender del sabio es una actitud de la razón espiritual, del Yo divino en el hombre.

Virtud viene de «virtus» que en latín quiere decir fuerza; el virtuoso actúa llevado por una obligación, por un comando moral; se siente como un esclavo, como un buen esclavo – «Yo debo renunciar». Renuncia bajo la presión de un doloroso y maldito tú debes. Actúa como un buen esclavo – no actúa como un hombre libre, porque no comprende la verdad, la verdad sobre sí mismo; aún se identifica con su ego, con su ego virtuoso, de buena voluntad. La verdad es el único poder liberador: «Conoceréis la verdad y la verdad os libertará». La comprensión de la verdad es la única fuerza que realmente libera al hombre. Quien actúa sin comprender, puede actuar virtuosamente pero no actúa sabiamente.

Sabiduría o sapiencia no es otra cosa sino la comprensión de la verdad liberadora.

Quien se identifica con su ego, aún siendo un ego virtuoso, actúa virtuosamente pero no actúa libremente.

Solamente aquel que por el autoconocimiento místico se identifica con su Yo divino, comprende la verdad sobre sí mismo, actúa con sabiduría, libremente y es realmente feliz. El sabio saborea la deliciosa verdad sobre sí mismo, saborea que «yo y el Padre somos uno», que «yo soy la luz del mundo», que «el Reino de Dios está dentro de mí», y actúa libre y deliciosamente a la luz de esa comprensión de la verdad que lo liberó, inclusive del virtuosismo.

«Por Moisés fue dada la ley – por Cristo nos vino la verdad y la gracia».

El hombre virtuoso es un buen discípulo de Moisés porque actúa bajo el signo del deber – tú debes hacer esto, tú no debes hacer aquello. Actúa como esclavo del deber.

El hombre sabio es discípulo de Cristo, actúa en nombre de la verdad y de la gracia, actúa a la luz del comprender.

La ley esclaviza.

La verdad y la gracia liberan.

Feliz, realmente bienaventurado, es solamente aquel que renunció a los bienes materiales por sapiencia, por haber saboreado la verdad sobre sí mismo, y esa renuncia por comprensión nunca es dolorosa sino indeciblemente deliciosa.

El hombre virtuoso sufre su renuncia – el hombre sabio saborea su renuncia.

Para el sabio, para el que comprende la verdad, para el que se auto-conoce, renunciar es una afirmación de fuerza y poder, de entusiasmo y plenitud, de la «gloriosa libertad de los hijos de Dios».

Por esto el hombre que renunció por sabiduría y comprensión nunca se siente como si fuera un héroe, algún superhombre, alguna excepción de la regla; siente su renuncia como algo natural y evidente. El apego a los bienes materiales sería para él antinatural. La naturaleza toda actúa con levedad y facilidad; sigue siempre el camino del menor esfuerzo, como dice Einstein. La Naturaleza no conoce virtuosismo ni obligación – ella actúa siempre en silencio y naturalidad porque es inconscientemente sabia, regida por la suprema sabiduría cósmica que nada sabe de esfuerzo, de dificultad o sacrificio.

Mientras que el hombre se encuentre en la escuela primaria de la ley, deletreando el abc del deber, puede ser vicioso o virtuoso, no hacer o hacer difícilmente lo que debe; pero cuando ingresa en la universidad de la verdad y de la gracia, entra en la zona del comprender, de la sapiencia y del saborear la verdad.

Para los principiantes es necesario el «camino angosto y la puerta estrecha» del virtuosismo del deber.

Los avanzados sin embargo solo conocen el «yugo suave y el peso leve» de la sabiduría y la comprensión.

Aquellos todavía andan «afligidos y sobrecargados» con su virtuosismo, pero éstos encontraron «descanso para su alma» en la sabiduría de la comprensión.

Los pobres por el espíritu son los que se desapegaron interiormente y en la medida de lo posible, también exteriormente de los bienes materiales, mentales y emocionales, de todo el equipaje del viejo ego, no en virtud de un maldito deber, sino a la luz de un bendito comprender. Estos son los afortunados, los realmente felices – porque de ellos es el Reino de los Cielos.

«ES» y no apenas «será». Esos saborean aquí y ahora el Reino de los Cielos que está conscientemente dentro de sí mismos. No esperan un cielo solo después de la muerte sino que viven ahora mismo, aquí y ahora, en el cielo de la verdad, de la libertad y de la felicidad. Superaron el infierno del ego vicioso de mala voluntad y también el purgatorio del ego virtuoso de buena voluntad e ingresaron en el cielo del Yo de la sabiduría.

El joven rico del Evangelio era un hombre virtuoso que había cumplido todos los mandamientos, todo lo que debía hacer – pero no era un hombre sabio; era un perfecto discípulo de Moisés por el cumplimiento de la ley – pero no llegó a ser un discípulo de Cristo por la verdad y por la gracia. Formado en la escuela primaria del deber, no ingresó en la universidad del comprender.

¿Qué me hace falta todavía? Le pregunta a Jesús, después de haber hecho todo lo que debía hacer. Y el Maestro le responde: «Una cosa todavía te hace falta». Nada le faltaba en lo que debía hacer – todo le faltaba en lo que debía ser. A la pregunta «lo que debo hacer» el Maestro responde «si quieres ser». No se trata más de hacer algo, se trataba de ser alguien[2]. Solo es alguien quien está en la verdad del ser, más allá de todas las pseudo-verdades del hacer. El hacer algo es necesario, pero solamente el ser alguien es suficiente. Aquello es de los virtuosos – esto es de los sabios.

La suprema sabiduría y felicidad consiste en ser alguien por la comprensión de la verdad liberadora.

La auto-realización del recto-actuar de la ética, supone el auto-conocimiento del recto-ser de la mística.


[1] Nótese que otro capítulo de Rohden con el mismo título ya fue lanzado en este Blog el día 30 de enero de 2013. Ocurre que las ocho bienaventuranzas fueron comentadas por Rohden en dos libros diferentes (el otro libro es “El Sermón de la Montaña”) y con abordajes diferentes, como ya lo comentamos oportunamente en aquella fecha.

[2] Con respecto a la expresión “Ser alguien” juzgamos importante hacer el siguiente comentario, fundamentados en la nueva visión de lo que somos que hoy nos ofrece Eckhart Tolle. Se trata del engaño en el que tendemos a caer con la palabra “alguien” porque el ego la aprovecha para encaramarse y destacarse; para él es una oportunidad que no se puede desaprovechar. De hecho, en nuestras culturas es frecuente la expresión: “ser alguien en la vida” significando con ello que la persona (el ego) adquiera importancia, notoriedad en la sociedad, y eso es lo que el ego más desea, pero no es a esta exaltación a la que se refiere Rohden. Para ser más precisos y escapar de esta inevitable tentación, conviene referirse apenas al ser, al ser esencial (o al yo divino, como lo expuso Rohden más atrás) en el que somos UNO (todas las formas existentes del universo) con el Padre, y por consiguiente no solo no es concebible que se destaque cualquier ‘alguien’ en particular sino que, al cuidar con rigor de lo que pensamos, le retiramos al ego cualquier asidero. Toda la atención que se le dé para evitar que se le ofrezcan rendijas subconscientes por donde el ego se nos inmiscuya secretamente, es importante, porque es nuestro propio Satanás el que interviene, vistiéndose de santo, disfrazándose de Dios, y nosotros, engañados una vez más por la serpiente, terminamos adorándola como si fuera al propio Dios, sin darnos cuenta! (Nota de los traductores).

 

.

__________________________________________________________________

.

Los pobres por el espíritu

__________________________________________________________________

Ornamentación

.

¡Descubre tu más allá de Adentro!

Etiquetas

, , , , , , , ,

Capítulo del libro: ‘Imperativos de la vida’ de Huberto Rohden

Amigo, no emprendas viajes centrífugas por el mundo alrededor!

No te vayas a la luna, a los planetas, a las estrellas fijas, a las vías-lácteas de nuestro y de otros sistemas solares!

No mi amigo, que todo eso es demasiado fácil para ti – tú que estás predestinado a grandes aventuras cósmicas hacia dentro; tú que eres precursor por naturaleza, auténtico héroe, pionero del Infinito – debes clavar más lejos la meta de tus aspiraciones…

– ¿Hasta dónde deberé ir entonces?

– Mucho más allá de todo lo que acabo de mencionar…

– ¿Mucho más allá?… Pero hasta dónde?…

– Hasta el gran Más Allá dentro de ti mismo…

– ¿El Más allá dentro de mí mismo?

– Sí, ese vasto y profundo más Allá de adentro que queda tan distante de tu ego físico-mental, que parece estar más allá de las más lejanas fronteras del Universo, más allá de todas las nebulosas, galaxias e inmensidades del cosmos sideral. Las evasiones centrífugas son fáciles – difícil es la invasión centrípeta! Todos los profanos y analfabetos de la Verdad tratan de evadirse del centro, en busca de las periferias – solo unos pocos, iniciados y sapientes del Infinito y del Eterno, son los que luchan por invadir el baluarte de la Verdad, de la Verdad de adentro. Amigo, deja de ser un mezquino evasivo y vuélvete un impetuoso invasor, descubriendo la luminosa oscuridad de tu verdadero Yo!

Libérate de esa molestia crónica del ‘periferismo’ escapista y resucita a la vigorosa salud de la centralidad redentora!

Sabe lo que eres!, con el fin de que vivas conforme a lo que eres!

Si eres espíritu, vive espiritualmente!

No le mientas a tu naturaleza, no adulteres tu Yo!

No divorcies tu vida moral de tu naturaleza real!

Ah! mi amigo, si supieras por experiencia personal lo que es ser redimido de la esclavitud del pseudo-yo! Librarse de ese simulacro de Yo y respirar la atmósfera primaveral del universo espiritual, de la gloriosa libertad de los hijos de Dios!

Te sentirías como un espíritu angelical, leve como un soplo de Dios, puro como un rayo solar, exultante como un serafín vistiéndose con los níveos trajes de la gracia, del amor, de la felicidad…

Si lo supieras!…

¿Qué te importaría lo demás? Las deslumbrantes vacuidades por las que los profanos viven y mueren – esos ciegos y chiflados confundidos?…

Si lo supieras!…

Si descubrieras el divino Más allá dentro de ti mismo!…

El mundo entero te parecería cambiado, si tú cambiaras…

Si descubrieras la esencia divina en ti, encontrarías a Dios en tus semejantes – encontrarías al Dios del mundo también en el mundo de Dios…

Y ese mundo tan inmundo te sería puro – porque todas esas cosas, opacas cuando son contempladas sin Dios, se vuelven transparentes al verlas en Dios…

Como purísimos cristales permeados de luz…

Como cuerpos vivificados por el alma…

Como materia dinamizada por la fuerza de lo alto…

Toda esa transformación del mundo alrededor depende únicamente de la renovación de tu mundo interior…

Amigo, descubre tu Más Allá de adentro!

Y vive a la luz de tu gran descubrimiento!…[1]

.


[1] Comentario relativo a la correspondiente visión de Eckhart Tolle (extraído del libro: “El Poder del ahora”).

“Un mendigo había estado sentado más de treinta años a la orilla de un camino. Un día pasó por allí un desconocido. «Una monedita», murmuró mecánicamente el mendigo, alargando su vieja gorra de béisbol. «No tengo nada que darle», dijo el desconocido. Después preguntó: «Qué es eso en lo que está sentado?» «Nada», contestó el mendigo. «Sólo una caja vieja. Me he sentado en ella desde que tengo memoria». «¿Alguna vez ha mirado lo que hay dentro?», preguntó el desconocido. «No» dijo el mendigo. «¿Para qué? No hay nada dentro». «Échele una ojeada», insistió el desconocido. El mendigo se las arregló para abrir la caja. Con asombro, incredulidad y alborozo, vio que la caja estaba llena de oro.

Yo soy el desconocido que no tiene nada que darle y que le dice que mire dentro. No dentro de una caja como en la parábola, sino en un lugar aún más cercano, dentro de usted mismo.

«¡Pero yo no soy un mendigo! «, le oigo decir.

Los que no han encontrado su verdadera riqueza, que es la alegría radiante del Ser y la profunda e inconmovible paz que la acompaña, son mendigos, incluso si tienen mucha riqueza material. Buscan afuera mendrugos de placer o de realización para lograr la aceptación, la seguridad o el amor, mientras llevan dentro un tesoro que no sólo incluye todas esas cosas, sino que es infinitamente mayor que todo lo que el mundo pueda ofrecer.

La palabra iluminación evoca la idea de un logro sobrehumano y el ego quiere conservar las cosas así, pero es simplemente el estado natural de sentir la unidad con el Ser. Es un estado de conexión con algo inconmensurable e indestructible, algo que, casi paradójicamente, es esencialmente usted y sin embargo es mucho más grande que usted. Es encontrar su verdadera naturaleza más allá del nombre y de la forma.

La iluminación es un estado de totalidad, de estar «en unión» y por lo tanto en paz. En unión con la vida en su aspecto manifestado, el mundo, así como con su ser más profundo y con la vida no manifestada, en unión con el Ser. La iluminación no es sólo el fin del sufrimiento y del conflicto continuo interior y exterior, sino también el fin de la temible esclavitud del pensamiento incesante. ¡Qué increíble liberación!

La identificación con su mente crea una pantalla opaca de conceptos, etiquetas, imágenes, palabras, juicios y definiciones que bloquea toda relación verdadera. Se interpone entre usted y su propio yo, entre usted y su prójimo, entre usted y la naturaleza, entre usted y Dios.

Entonces usted comienza a darse cuenta de que hay un vasto reino de inteligencia más allá del pensamiento, que el pensamiento es sólo un minúsculo aspecto de esa inteligencia. También se da cuenta de que todo lo que importa verdaderamente – la belleza, el amor, la creatividad, la alegría, la paz interior- surgen de un lugar más allá de la mente. Usted comienza a despertar.”

.

__________________________________________________________________

.

Descubre tu más allá de Adentro

__________________________________________________________________

Ornamentación

.

¡Purifícate!

Etiquetas

, , , , , , , , , , ,

Capítulo del libro: ‘Imperativos de la vida’ de Huberto Rohden

Nada es impuro por sí mismo porque todo viene de la infinita pureza.

Pero el ser consciente y libre puede perder su natural pureza y volverse impuro – por el abuso de su libertad.

La impureza moral se llama egoísmo.

Todo pecado es en último análisis egoísmo – como toda santidad es amor.

El egoísmo es ignorancia, error, confusión.

El egoísta toma su falso yo por su verdadero Yo.

Sufre de una especie de miopía o daltonismo.

El primer Yo que el hombre descubre en sí, en su primer estadio de evolución, es el Yo físico o sea su cuerpo meramente material. “Estoy enfermo” dice, identificando falsamente su ego con su envoltorio físico.

Mientras que el hombre no traspase ese estadio de evolución simplemente sensitivo, colocará su Yo físico, su cuerpo y sus apetitos – hambre, sed, sexo, placeres sensuales – como centro y sol de su vida, en torno de los cuales girarán todos los planetas de sus pensamientos y de su vida cotidiana.

Otros hombres traspasan esa mínima frontera y descubren su Yo mental, o sea el mundo de la inteligencia que se revela en la ciencia. Y entonces todas sus actividades giran en torno de ese nuevo sol, a veces con el sacrificio de su Yo físico. Para esos cultivadores del Intelecto, descubrir los secretos de la naturaleza es el máximo culto que conocen, así como para los idólatras del cuerpo, es la satisfacción de los sentidos.

Pero ni estos ni aquellos alcanzaron el verdadero Yo, pues solo conocen las capas periféricas de su naturaleza humana.

Así es que tanto el Yo físico como el Yo mental son esencialmente egocéntricos, porque nada perciben del mundo universal que genera altruismo y amor.

El animal también es egoísta pero debido a su bajo nivel de conciencia, el egoísmo del irracional, es inofensivo porque se encuentra circunscrito por un círculo férreo, el instinto, del cual no puede escapar.

El egoísmo intelectualizado, sin embargo, es prácticamente ilimitado.

El intelecto es suficientemente poderoso para alargar ampliamente el ámbito de la egolatría, pero no es tan vasto para controlar ese egoísmo mental por el altruismo espiritual.

Por esto ningún hombre que conoce apenas su ego físico-mental puede dejar de ser egoísta.

El egoísmo, sin embargo, siendo el inverso del amor, hace la convivencia social imposible o la transforma en una constante guerra de todos contra todos.

Con el propósito de mantener ese inevitable conflicto social dentro de ciertos límites tolerables, fueron creados los “gobiernos” de diversos tipos.

Pero la ley impuesta desde afuera, por obligación, además de ser un expediente incierto y precario, esclaviza al hombre obligándolo a hacer a la fuerza lo que espontáneamente no haría.

El resultado final de toda ley respetada apenas por el miedo y la coacción, es la creación de una raza de esclavos e hipócritas; pues el miedo a las dolorosas sanciones me hace observar externamente la ley que internamente detesto, reduciéndome a un esclavo bajo el flagelo de un dictador que bien quisiera matar si pudiera[1].

Es cierto que no obedecer la ley aunque sea a disgusto, sería peor que obedecerla.

Pero ni la desobediencia ni la obediencia obligatoria me purifican; ambas me dejan moralmente impuro aunque la segunda me haga legalmente puro.

El único modo de obedecer la ley sin esclavizarme ni hacerme impuro, es aceptar libre y espontáneamente aquello que la ley me impone obligatoriamente.

Pero ¿cómo puedo aceptar espontáneamente el contenido de la ley?

Comprendiendo y amando la ley en su razón de ser buena y saludable.

El verdadero fin de la ley no es la esclavitud y sí la libertad.

La vid se agarra a su alambrado no para esclavizarse sino para librarse de tener que arrastrarse, y así alcanzar las luminosas alturas de la libertad donde puede producir en abundancia.

Sin embargo nadie puede comprender y amar la ley como algo bueno y saludable sin que primero descubra su verdadero Yo, su alma espiritual.

Nadie puede de hecho querer su deber sin que primero se conozca a sí mismo.

La ley moral nunca esclaviza el alma, aunque a veces sea dolorosa al cuerpo y a la mente.

“Conoceréis la verdad – y la verdad os liberará”… decía aquel que comprendía y amaba la ley como un guía en las alturas.

Virgilio puede guiarnos a través del infierno y del purgatorio – pero a la entrada del paraíso necesitamos la mano de Beatriz…

Descubrir el alma, es el más difícil de todos los descubrimientos – es más fácil emprender viajes a la luna, a los planetas, a las estrellas y vías-lácteas del universo exterior, que penetrar en el misterioso átomo del propio Yo…

No hay ciclotrón suficientemente potente que pueda romper las órbitas periféricas y alcanzar el íntimo núcleo del hombre con el propósito de liberar las misteriosas energías en él guardadas.

Los viajes centrífugos dependen de recursos físico-mentales, pero el viaje centrípeto supone fuerzas espirituales que el grueso de la humanidad aún no descubrió o no sabe utilizar debidamente.

El descubrimiento y la captación de esas energías latentes del Yo central es el resultado de largos años, decenios, quizás siglos y milenios de intensa y persistente disciplina porque “estrecha es la puerta y apretado el camino que conducen a la vida eterna”…[2]

“Si el grano de trigo no muere se quedará estéril – pero si se muere producirá mucho fruto”…

Magni passus extra viam”, es la expresión con la que San Agustín designa esas jornadas centrífugas sin la competente entrada al centro del propio Yo.

¿No sería mejor dar pequeños pasos en el camino cierto que grandes pasos afuera del camino?

¡Purifícate, oh hombre! Libérate de la ilusión tradicional respecto a tu verdadero Yo!

Tu Yo físico-mental es abogado del egoísmo que es impureza…

Tu Yo espiritual es mensajero del altruismo, del amor, que es pureza y santidad…


[1] Es por esta razón que Rohden explica la imposibilidad de la transformación de la sociedad humana como producto de algún tipo de organización que algún gobierno pudiera imponer, como lo discute ampliamente en el texto: “El principio de la No-Violencia es socialmente practicable?” publicado en este Blog el 17 de Julio de 2013. He aquí algunos extractos del mismo:

“Por detrás de toda ley está la fuerza policial o militar, porque… ley sin sanción no es ley eficiente. Cualquier grupo social tiene que ser violento, egoísta, exclusivista, bajo pena de dejar de existir como grupo. Una sociedad que les permite a sus miembros la aceptación o rechazo de los estatutos de la sociedad, y, en este último caso, deja a los transgresores impunes, dejó de existir porque se suicidó previamente por la no-violencia. Cualquier sociedad vive gracias a la violencia y muere en virtud de la no-violencia. Pretender abolir la violencia sin primero abolir el egoísmo, es lo mismo que querer evitar el efecto sin extinguir su causa. Todas las organizaciones de nuestro siglo, tanto civiles como religiosas, se encuentran aún en el plano evolutivo del tiempo de Moisés; la ley del talión, “ojo por ojo, diente por diente”, es el principio básico de nuestras sociedades. Puede haber individuos cristificados – pero no hay sociedad crística: hay apenas sociedades cristianas, o sea, grupos que en la fachada del edificio enarbolan la bandera de Cristo, pero practican a la sombra de esa bandera de benevolencia, todas las violencias. La sociedad cristiana de hoy, sea civil o religiosa, los llamados cristianos, son mejores discípulos de Simón Pedro de empuñar la espada, que del divino Maestro quien mandó envainarla. Individuos aislados han envainado la espada – pero la sociedad continua con espada en mano, porque no puede haber sociedad sin espada, ya que el principio de cualquier sociedad está fundamentado sobre la idea del ego, con todos sus derivados y accesorios.”

[2] Es precisamente sobre este aspecto de la visión de Rohden que nos parece oportuno hacer un comentario relativo a la evolución de “La Nueva Humanidad” que nos presenta hoy Eckhart Tolle, porque es profundamente significativo y diverso (respecto a Rohden) su descubrimiento acerca de la “abolición del tiempo” como requisito para alcanzar el despertar espiritual. Tolle nos hace ver de forma muy clara que el tiempo solo existe como imaginación de la mente y esto representa un avance extraordinario con relación al descubrimiento del Yo central (de Rohden). Ya no es necesario esperar largos años ni decenios; la transformación, ese despertar, ocurre en el Ahora, en la medida que le abrimos un espacio a la presencia, como Tolle la llama, que no es otra cosa sino la conciencia del ser que surge cuando nos libramos del torrente de pensamientos del que se alimenta nuestro ego (el yo físico-mental periférico, en términos de Rohden). La puerta es estrecha y el camino apretado sí, pero eso es por causa del ego que se opone a ceder su espacio, su dominio. Nota del traductor.

.

__________________________________________________________________

.

Purifícate!

__________________________________________________________________

Ornamentación

.

El arte de morir antes de morirse

Etiquetas

, , , , , , , , , , , , , ,

Capítulo del libro: ‘Porque Sufrimos’ de Huberto Rohden

La cura por el espíritu, la logoterapia, como decíamos en otro capítulo[1], depende esencialmente de la capacidad que el hombre haya adquirido de morir por su propia voluntad antes de que le llegue la muerte de forma obligatoria.

Nuestra muerte obligatoria – por accidente, enfermedad o vejez – es absolutamente cierta pero ella no resuelve el problema central de nuestra vida.

Lo que sí resuelve es el arte de morir voluntariamente, o sea, de olvidarse temporalmente de toda la existencia del cuerpo y concientizar únicamente la esencia del alma.

Ese estado es llamado generalmente meditación, o cuando llega a un nivel muy profundo, éxtasis, samadhi.

La conciencia exclusiva de la esencia y la inconsciencia total de la existencia, representan el triunfo máximo de la verdad sobre el hombre y como toda verdad es liberadora, esa experiencia libera al hombre de toda y cualquier esclavitud, inclusive de la esclavitud de la enfermedad.

Todos los maestros de la humanidad enfatizan la suma importancia de esa muerte voluntaria, de ese egocidio del ego existencial. Cristo dice: “Si el grano de trigo no se muere, se volverá estéril – pero si se muere, producirá muchos frutos”. Paulo de Tarso escribe: “Yo me muero todos los días, y es por eso que vivo – pero no soy yo el que vivo, es Cristo que está en mí”.

Esta muerte voluntaria hace al hombre totalmente indiferente con respecto a la muerte obligatoria. Todo el miedo que el hombre profano tiene de la muerte proviene de una grande y funesta ilusión: de la confusión entre existencia y esencia. El hombre profano considera a la muerte como la ausencia de la vida – mientras que el iniciado sabe por experiencia propia, que la vida es inmortal aunque pueda adoptar diversas formas en los vivos.

Pensar en eso, creer en eso, nada resuelve – lo que resolverá es tener la conciencia y vivencia de la inmortalidad de la vida.

La vida es la esencia de todo lo que existe en el Universo. La vida es Dios. La vida es la esencia de todas las existencias vivas. Las existencias pueden perecer, pueden cambiar de una forma para otra – lo que no perece y no cambia es la vida. La vida esencial se manifiesta en vivos existenciales – estos son varios y variables, aquella es una, eterna e invariable. Los vivos son formas efímeras de la vida inmutable. La esencia de la vida está en todas las existencias vivas – así como todas las ondas del mar subyacen en el mar.

Los vivos nacen, viven y mueren – la vida no nace ni muere, sino que vive sin nacimiento ni muerte. Cuando el hombre tiene la experiencia del único punto fijo en medio de todas las cosas movedizas, entra en un ambiente de absoluta firmeza y tranquilidad, de certeza y felicidad.

Y esta tranquilidad y firmeza interior del Yo divino puede también afectar benéficamente las intranquilidades e inestabilidades (o enfermedades) del ego humano, llamadas también dolencias.

La intensa conciencia de la vida puede rectificar a los vivos cuando se desvirtúan.

No se trata de sustituir los vivos por la vida, se trata de ‘plenificar’[2] todos los canales vacios de los vivos con la plenitud de la fuente de la vida. El hombre es esencialmente vida, que puede manifestarse existencialmente en la forma de un ser vivo. Este ser puede ser imperfecto, pero la vida es absolutamente perfecta.

El hombre en su esencia es vida perfecta y salud – que puede aparecer como un ser vivo imperfecto. Entre más se convenza el hombre de que él es vida, tanto más podrá vivificar lo vivo que hay en él. El Ser es siempre perfecto; solo el Tener puede ser imperfecto.

El hombre es salud – pero puede tener enfermedad.

Las enfermedades solamente prevalecen en el hombre mientras que la salud no tenga plena conciencia de sí misma.

Una vida de conciencia 10, 20, 30%, es propicia a enfermedades – pero una vida 100% consciente es totalmente inmune a cualquier enfermedad. Así era la vida de Jesús y tal vez también la de Moisés.

Vida y salud son nuestra esencia eterna – los seres vivos y las enfermedades son nuestra existencia temporal.

Para que la esencia de la vida y de la salud puedan ejercer su impacto decisivo sobre la existencia de los vivos y de los enfermos, el hombre debe habituarse a eclipsar temporalmente todo lo que tiene para que todo lo que él es, su Ser, adquiera 100% de poder sobre sus Haberes.

Ese estado de inconsciencia del Yo esencial es el secreto de toda la felicidad del hombre. Solamente durante esa muerte del ego, la vida del Yo puede manifestar la plenitud de su poder y otorgar salud también al ego.

La solución del problema de los dolores es fundamentalmente una cuestión de metafísica y no de física. La física puede remover ciertos síntomas externos de las enfermedades, pero jamás puede abolir radicalmente una enfermedad.

El hombre sufre enfermedades físicas porque no vive en la salud metafísica.

La salud permeando totalmente las enfermedades del ego, es la única solución radical y definitiva para el sufrimiento humano.

Pero esa, por ahora, solo es del “Hijo del Hombre”[3].


[1] Víctor Frankl, médico y siquiatra de la Universidad de Viena y presidente de la Clínica Neurológica de la misma universidad, publicó diversos libros en torno de la logoterapia, o sea, de la cura por el lógos. Lógos es la palabra griega que designa al Dios inmanente en el Universo y en el hombre. Cuando el hombre concientiza la presencia de Dios, entra en la luz de la Realidad única: yo, en su íntima esencia, es idéntico a la Divinidad, que permea toda su existencia. Todo el problema de la cura por el espíritu consiste en ese punto central: que el curador consiga olvidarse totalmente de su existencia humana y se identifique total y exclusivamente con la esencia divina. Víctor Frankl refiere casos impresionantes de esa cura hecha por el propio enfermo, bajo la orientación del médico. (Tomado del capítulo: “El Arte de Curar Por el Espíritu” de este mismo libro. Nota del traductor)

[2] Vea el comentario relativo a este neologismo de Rohden en la Nota del Traductor en la cabecera del Blog.

[3] Con respecto a esta expresión de Jesús Rohden explica…

Hasta hoy, a través de los siglos y de los milenios, el ego intelectual (serpiente) guerrea al Yo espiritual (Dios). En consecuencia de que la inteligencia negativa prevalece sobre el espíritu positivo, la humanidad está sujeta a enfermedades y a la muerte. Pero, cuando el Yo divino integre consigo al ego humano, se realizará lo que Moisés vislumbró en un futuro lejano: el surgimiento del hombre perfecto, sin males ni muerte. El hombre de la presente humanidad, dominada aún por la serpiente intelectual, es llamado por Jesús “hijo de mujer” mientras que el hombre de la nueva humanidad dominado por el espíritu de Dios es llamado “Hijo del hombre”, del cual Jesús era el representante anticipado. (Tomado del Capítulo “Origen y Naturaleza del Sufrimiento Humano” del mismo libro de Rohden, ya publicado en este Blog el día: 7 de marzo de 2013).

 

.

__________________________________________________________________

.

110 - Muere antes de morir

__________________________________________________________________

Ornamentación

.

Yo y mis difuntos

Etiquetas

, , , , , , , , , , , , , , ,

Capítulo del libro: ‘Porque Sufrimos’ de Huberto Rohden

Uno de los mayores sufrimientos para muchos es la muerte de personas queridas de la familia o amigas.
Y ese sufrimiento se agrava por la asustadora figura que ciertos teólogos hacen de la muerte y de aquello que, según ellos, viene después de la muerte. Dicen que el alma se encontrará súbitamente con Dios o entonces con el diablo. Casi todos enseñan que después del juicio el alma va para un cielo eterno, o de lo contrario para un infierno eterno.
El científico americano Dr. Raymond Moody Jr. escribió un libro titulado “Vida Después de la Vida” en el que narra el resultado de centenares de investigaciones y entrevistas con personas clínicamente muertas pero que “revivieron” después. El libro abarca personas de todas las condiciones sociales y de todas las ideologías religiosas y filosóficas. Las narrativas de los que “revivieron” coinciden admirablemente en muchos puntos: casi todos hablan que vieron fenómenos o bultos luminosos; muchos pasaron por un túnel oscuro que terminaba en la luz; muchos se encontraron con entidades protectoras y con amigos fallecidos. Ninguna de esas centenas de personas clínicamente muertas y “revividas” se encontró con Dios o con el diablo; ninguna habla de experiencias espantosas que le hubieran ocurrido. Parece que para todas ellas la muerte era apenas un sueño suave y plenamente consciente.
En realidad la muerte no marca nada definitivo; es apenas una transición de un modo de existencia para otro. La muerte es comparable a como cuando alguien se quita una ropa y se reviste con otra. El alma, desde que es alma y no puro espíritu, tiene siempre su cuerpo de la especie que sea. Alma sin cuerpo sería un fantasma – cuerpo sin alma sería un cadáver.
La palabra cuerpo no debe ser identificada como materia. Cuerpo es un revestimiento o envoltura del espíritu, desde que el espíritu se encarnó volviéndose alma, o sea ánima, aquello que anima o vivifica.
Ya en el primer siglo Paulo de Tarso escribía: “Hay muchas especies de cuerpos: hay cuerpo material y hay cuerpo espiritual”.
Nuestra ciencia avanzada también sabe que la materia puede existir en varias formas.
Lo que nosotros en regla general llamamos materia es el estado vibratorio más bajo que se volvió perceptible a los sentidos de la visión, la audición, tacto, etc. Cuando la llamada materia adquiere un nivel de vibración más alto, se llama energía, o en la expresión de Einstein, “materia descongelada”. Cuando la energía aumenta el grado vibratorio puede aparecer como luz, que Einstein llama “energía des-condensada”. La propia luz perceptible viene de la luz imperceptible, llamada por algunos, luz cósmica.
Según la ciencia moderna, las cosas conocidas de la tierra provienen de los 92 elementos de la química, los cuales son manifestaciones de la luz invisible.
Lo que hay más allá de la luz cósmica no es accesible a la ciencia.
El cuerpo humano puede existir en varias formas. Nuestra vida terrestre en cuerpo material ciertamente no es nuestra única existencia. La realización plena del hombre no puede estar restringida a 30, 50, 80 años. Ella abarca el ciclo total de millares de años o de siglos. Podemos decir, inclusive, que la evolución del hombre no tiene fin. Somos eternos viajeros rumbo al infinito. Y este viaje ascensional hacia el infinito es nuestra vida eterna, que no es una llegada definitiva, sino una jornada indefinida, una sinfonía inacabada.
Si este viaje es una sinfonía o una disfonía, depende de nuestro libre albedrío, de nuestra conciencia, de nuestra actitud libremente creada y mantenida. El libre albedrío no está restringido al cuerpo material de la vida presente; él es un atributo inseparable del alma humana.
Tanto nuestro cielo como nuestro infierno son una jornada determinada por el libre albedrío. Una jornada ascendiente es cielo – una jornada descendiente es infierno.
No es ningún Dios externo que nos lleva al cielo, ni nos manda al infierno – es nuestro Dios interno, nuestro Yo humano que hace todo eso.
Nuestros difuntos no están en el cielo ni en el infierno, en sentido teológico, están en plena jornada evolutiva, ascendiente o descendiente.
Es de suma importancia que el hombre inicie su cielo aquí y ahora; así lo podrá continuar fácilmente en la jornada después de la muerte física.
Lo que interesa a los sobrevivientes saber es, si y cómo podrán ayudar a sus queridos difuntos.
Toda vibración refuerza otra de la misma frecuencia o especie. Esta ley vale tanto en la física como en la metafísica. Un pensamiento, un deseo, un acto de amor, una plegaria, una actitud espiritual, son vibraciones que emitimos – y pueden afectar el alma del difunto, siempre que él tenga, para esto, la apertura o receptividad necesarias. Nada sabemos de esa receptividad, pero podemos admitir que sea propicia a nuestras emisiones.
Es inevitable que la muerte de un ser querido nos cause sufrimiento y que sintamos falta de su presencia perceptible. Pésames y condolencias son propias de nuestro ego emotivo y no son condenables. Condenable sería si nuestro sufrimiento o nuestras nostalgias prevalecieran sobre la actitud de nuestro Yo superior.
Cuando un hombre tiene la perspectiva correcta sobre la supervivencia de su Yo espiritual y de sus difuntos, puede sufrir la separación de ellos con cierta serenidad.
Uno de los mayores sufrimientos para muchos es la separación de personas queridas. Y ese sufrimiento no se alivia por medio de pésames y condolencias, que no pasan de ser una especie de camuflaje aunque permitida. En esa hora dolorosa deberíamos alcanzar las profundidades de un verdadero consuelo de otra especie.
Nuestras teologías tradicionales poco consuelo pueden dar a los supervivientes en luto. La idea de un lugar definitivo llamado cielo, y la de una vida estática llamada vida eterna, está cediendo poco a poco a la verdad de una evolución indefinida y progresiva rumbo al Infinito. Aquí en el planeta Tierra estamos nosotros, los viajeros en cuerpo material: paralelamente en otra región del Universo están otros viajeros en cuerpo inmaterial, nuestros difuntos, tan vivos como nosotros y en demanda del mismo destino universal. Nosotros no estamos realmente separados de ellos; estamos apenas viviendo en otra zona vibratoria o frecuencia. La ausencia material de nuestros difuntos es realmente una presencia inmaterial. Sentir esa ausencia-presencia es cuestión de refinamiento de vibraciones humanas. Deberíamos habituarnos cada vez más, durante la vida, a no confundir real con material. Una presencia puede ser real sin ser material. La propia ciencia nos favorece en ese punto: ella considera la materia como la cosa menos real de todas las cosas; más real es la energía (o el astral); más real aún es la luz. La presencia espiritual es la más real de las presencias, a pesar de toda la ausencia material.
Una de nuestras costumbres más equivocadas es desesperarnos frente al acontecimiento de una muerte: hacer una escena, cubrirnos de luto, etc. Pueblos antiguos más avanzados acompañaban sus difuntos con luces y flores, con cánticos y lecturas religiosas. Las auras pesadas producidas por el luto, por la tristeza, por los lamentos de los supervivientes, pueden ser hasta un obstáculo para el alma del fallecido y dificultarle la orientación en su nuevo ambiente. Silencio, calma, serenidad, proporcionan un ambiente propicio para el alma en su transición hacia otras regiones de la existencia. Vibraciones espirituales, como cánticos y silenciosa meditación, deberían sustituir la atmósfera de luto y tristeza que en general circundan el velorio de los seres queridos que partieron para el más allá. Para el espíritu no hay ausencia – hay presencia permanente.

.

__________________________________________________________________

.

Yo y mis difuntos

__________________________________________________________________

Ornamentación

.